Protagonistas

Teresa Rosas y el reto de contribuir a un CREAF que acoja la diversidad y el talento

Comunicación y Relaciones Internacionales

Adriana Clivillé Morató

Periodista con experiencia heterogénea en iniciativas de divulgación sobre cambio climático, biodiversidad, sostenibilidad, energías renovables, tecnología, territorio y su gestión con criterios ambientales. He trabajado para universidades, centros de investigación
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Atraer el talento científico y potenciarlo, además de concretar acciones para hacer del CREAF un centro más inclusivo y diverso es un reto desafiante. Lo es porque abre un camino poco transitado y porque inevitablemente sacude una manera de hacer. Este es el encargo que ha asumido Teresa Rosas, responsable de talento y género del CREAF desde hace 2 años largos, donde llega después de un par de experiencias profesionales gestionando investigación e impartiendo docencia. Unos años antes, se doctoró en ecología terrestre en el mismo centro.

Su relato habla de género inevitablemente ligado al talento y a cualquier franja de edad. “A menudo se nos propone hacer charlas para inspirar a las niñas y yo me cuestiono: ¿una mujer no puede ser también referente para un niño?” La pregunta se queda flotando de lo obvia que es. “Tenemos que ir un poco más allá de los referentes: no sirve de nada empoderar a las mujeres u otros colectivos minoritarios para que sigan la carrera investigadora, si cuando llegan se encuentran un sistema que es hostil y las expulsa. Estamos poniendo mucho el foco en las mujeres, y quizás hay que orientar esfuerzos hacia los hombres como aliados y en construir un ecosistema académico del cual todo el mundo quiera formar parte y se sienta bienvenido y valorado”.

"De nada sirve empoderar las mujeres u otros colectivos minoritarios para que sigan la carrera investigadora si cuando llegan se encuentran un sistema que los es hostil y los expulsa".

TERESA ROSAS, responsable de talento i género del CREAF

Habla de la ciencia que se impulsa inmersa en una sociedad tan compleja como la que estamos construyendo hoy. Como un juego de espejos, pone un ejemplo en el que la sociedad y los ecosistemas se miran cara a cara: “Como especialistas en ecología reivindicamos la importancia de la biodiversidad para garantizar un ecosistema resiliente para afrotar todos los retos que supone el cambio global; pero en cambio nos cuesta trasladarlo a los equipo humanos”, apunta. “Entendemos que si una especie se ubica en un ecosistema sin condiciones favorables, acabará desapareciendo. Por eso, la cultura organizativa tiene que garantizar que los colectivos minoritarios también se sientan cómodos y no encuentren obstáculos a cada paso que dan”.

Funambulismo de género

La tentación de divisar un oasis es grande. Y le planteo si el ideal seria llegar al punto en que no haga falta una persona que vele por la diversidad y la inclusión en una organización. La respuesta se tiñe de realismo. “Creo que no”, apunta Rosas con un punto de provocación. “Es naif pensar en falta de conflicto, porque es inherente a las personas. La situación ideal es que en una organización seamos capaces de mirar el conflicto a la cara, gestionarlo correctamente y repararlo”.

"La situación ideal es que en una organización seamos capaces de mirar el conflicto a la cara, gestionarlo correctamente y repararlo”

El seguimiento para colocar las piezas sobre el tablero de juego y evitar escenarios de discriminación en el CREAF se hace desde el comité JEDI (Justicia, Igualdad, Diversidad e inclusión), un equipo que incorpora personal investigador, técnico y gestor de la investigación que coordina Teresa Rosas. “Agradezco muchísimo el trabajo voluntario, la predisposición y las buenas ideas de todas las personas que forman parte del comité JEDI: es una tarea invisible que hace que la colectividad funcione”. Trabajo en equipo, aprendizaje, necesidad, reto y transversalidad salpican su discurso e insiste que el camino es largo, aunque es esencial haberlo iniciado. “Una de las novedades del nuevo plan es iniciar el camino para incorporar la interseccionalidad, por lo tanto, reconocer de qué manera diferentes condiciones sociales y culturales –edad, el género, la clase, la discapacidad, etc.– interaccionan simultáneamente sobre las desigualdades y discriminaciones”, asegura.

Evaluar diferente para ganar diversidad

La suya es una de las voces dentro del CREAF que ponen de manifiesto que hay que replantear como se evalúan la carrera científica y la investigación, de acuerdo con la Declaration on Research Assessment (DORA) y la reciente Coalition for Advancing Research Assessment (COARA). Ambas reclaman tener en cuenta la diversidad de actividades incluidas en la investigación, para maximizar la calidad y el impacto y conviven con métodos de carácter cuantitativo. “No implica abandonar los índice cuantitativos”, explica, “porque explican una parte de la historia y se deben tener en cuenta, pero no la explican entera”.

"Si queremos diversidad hay que evaluar diferente e ir más allá del número de publicaciones. Es un reto inmenso, no es sencillo y seguramente por eso no se ha hecho hasta ahora, porque los números a priori parecen más objetivos y fáciles"

Repensar la evaluación de la ciencia pasa por contemplar las aportaciones individuales pero también colectivas, poner en valor la ciencia abierta y promover liderazgos responsables, por ejemplo. “Si queremos diversidad hay que evaluar diferente a cómo lo hemos hecho hasta ahora e ir más allá del número de publicaciones”, deja caer con elocuencia. Con todo, no se puede obviar la gran tarea que significa: “Es un reto inmenso, no es sencillo y seguramente por eso no se ha hecho hasta ahora, porque los números a priori parecen más objetivos y fáciles”, admite. El cambio de procedimiento involucra organismos de financiación, centros de investigación, personas...: “la sensación de cambiar las reglas del juego en mitad del partido entiendo que no sea agradable tampoco”, reflexiona. “Es un proceso lento, pero como cualquier cambio cultural implica tiempo, paciencia y muchas mentes diversas pensando para encontrar las mejores soluciones”.

En la etapa de pre doctorado, Teresa Rosas hizo varias estancias en el extranjero. Blue Mountains, Australia. Foto: Teresa Rosas.

Los nuevos indicadores también tienen en cuenta que hay que diversificar las salidas profesionales, un trayecto que Teresa Rosas conoce bien. El interés para encontrar alternativas en el ámbito académico siempre había estado presente durante su tesis: “Disfruté mucho la época del doctorado, tengo gratitud infinita hacia Jordi Martínez Vilalta y Maurizio Mencuccini, mis supervisores, pero a ellos los brillaban los ojos de una manera que a mí no me pasaba cuando discutíamos los resultados”, explica con un sentimiento realista. “Hacer una tesis fue un reto intelectual que me ha movido siempre, pero yo quería dedicarme a algún trabajo que me provocara un brillo en los ojos como el suyo. Por eso necesito mantenerme cerca de la ciencia, pero desde una posición en la que las personas tengan un papel más relevante”.

Una tesis para abrir puertas

“La ciencia continúa siendo en mi día a día; todas hacemos que la investigación sea posible”

Defiende que se sigue dedicando a la ciencia y que lo que ha dejado es la carrera académica. “La ciencia continúa siendo en mi día a día; todas hacemos que la investigación sea posible”, afirma. Admite cierto vértigo ante el cambio de carrera profesional, y que lo fue gestionando en contacto con colegas que le despertaban curiosidad: “Recuerdo contactar con Olga Roig, responsable de la oficina de proyectos internacionales, y el Anabel Sánchez, entonces técnica de investigación y actual responsable de impacto al CREAF. “Me pedía qué habrían hecho ellas para estar donde habían llegado y a que se dedicaban exactamente, porque me atraía ver a personas haciendo ciencia desde otros ángulos. Y ahora son dos de las personas con las que más interacciono en el centro, a las que admiro profundamente su sabiduría y generosidad y de las que aprendo mucho”.

“Yo quería dedicarme a un trabajo que me provocara un brillo en los ojos como el que veía en los de mis supervisores de tesis doctoral. Por eso necesito mantenerme cerca de la ciencia, pero desde una posición en la que las personas tengan un papel más relevante"

Con distancia, asegura que la tesis doctoral es tan útil entiendida como preámbulo de una carrera investigadora, como para encarar cualquier dedicación profesional. La razón es que hacer una tesis prepara para buscar soluciones en aspectos desconocidos cada día durante 4 años. “Hay que solucionar cuestiones para las cuales a menudo no tienes ninguna referencia y esto te abre la mente, entrena para convivir con la incertidumbre y proporciona capacidad crítica”, recuerda. Una realidad que está en concordancia con su profundo convencimiento que las personas que hacen el doctorado hoy tienen que admitir la dificultad de llegar a liderar un grupo de investigación. ¿Es una provocación? le pregunto. “No, es una realidad”, otra vez clara, precisa, sin tapujos. ¿La ciencia lo tiene incorporado? insisto... “Nos ponemos un poco de espaldas y, por suerte, se está empezando a eliminar la carga peyorativa de escoger vías profesionales alternativas después de doctorarse. Es muy importante que el personal pre doctoral sepa poner en valor las habilidades excepcionales que ha adquirido a lo largo del doctorado. Nunca me cansaré de decir que hay otras muchas opciones iguales de válidas, que incluso quizás los harán disfrutar más”.

Disfrutar en el trabajo, eso sí que es un oasis y bienvenida la tarea de quien contribuye a ello.