Veinte años sin Ramon Margalef. Algunas reflexiones sobre diversidad, conexión, desigualdad y riesgos de disrupción
Este año se cumplen veinte años de la muerte de Ramon Margalef. Su recuerdo personal se desvanece a medida que sus discípulos directos se jubilan o mueren y, por desgracia, la juventud tiene poca tendencia a leer en papel. Sin embargo, sus escritos son fuente inagotable de interesantes ideas y los textos permanecen asequibles. En este apunte quisiera acercarme un poco a algunas de sus ideas y añadir comentarios que se me ocurren sobre cómo podemos aumentar la comprensión de aspectos ecológicos y económicos de la crisis ambiental.
Los problemas ambientales sin duda requieren mayor y mejor conocimiento sobre el funcionamiento de los sistemas ecológicos y sociales. Sí, ya sabemos que muchas decisiones importantes se toman en función de intereses y prejuicios ideológicos, más que sobre la base de los conocimientos. Así son las cosas. Pero, si queremos aportar elementos útiles desde el conocimiento, también necesitamos hacer una reflexión sobre la calidad de este conocimiento. Y el hecho es que ecólogos, economistas, sociólogos y otros expertos se enfrentan con sistemas de enorme complejidad con herramientas que no son, a menudo, suficientemente poderosas. A veces es bueno volver a los clásicos y darnos cuenta de que muchas dificultades que tenemos ya habían sido comentadas. Margalef escribió (Margalef,1991) que la ecología “se ha poblado de conceptos, hipótesis, raramente teorías, que suelen conservarse desconectadas unas de otras,” y que “un ecólogo a la antigua lamenta tanto la falta de superestructura teórica común como la progresiva desvalorización del punto de vista naturalista”. A esa lamentable desvalorización del punto de vista naturalista le dediqué un Apunte en marzo del año pasado.
Algunas propuestas de Margalef
Quince años antes de su muerte, es decir hace 35 años, Margalef (1989) escribió un artículo en el que viene a decir que los ecólogos creen demasiado en los modelos mecanicistas que juegan con la relación entre las variaciones temporales de las abundancias de unas pocas especies que interactúan según unos coeficientes constantes, cuando en la naturaleza estos coeficientes, es decir la influencia de cada especie en la otra u otras, no son constantes: un depredador no se comporta siempre igual con la presa, el comportamiento varía en función de otros componentes del sistema (si hay otras presas, o por razones estacionales o climáticas, etc.). Esto hace que los modelos no sean demasiado satisfactorios.
Este planteamiento creo que es bastante transferible a lo que ocurre en economía. Lo digo desde mi ignorancia en esta ciencia, así que puedo estar del todo equivocado. De los comentarios que haré sobre las sociedades humanas soy yo el culpable y no Margalef, salvo cita expresa. Me parece que los economistas también utilizan modelos mecanicistas y, a menudo, toman por constantes lo que de hecho son variables (no hace falta decir que trabajar sólo con variables es muy complicado). Y, además, como reclama en el texto citado Margalef para la ecología, ellos también deberían considerar los escenarios heredados del pasado y los procesos evolutivos, guiados por mecanismos que no son siempre los mismos. Aunque hay economistas que se llaman evolutivos, el debate sobre si la economía es realmente una ciencia evolutiva está en pie desde que Thorstein Vebler (1898, ¡hace 125 años!) publicó un célebre artículo que lo negaba.
Margalef rebate el cambio que se produjo en ecología sobre todo a partir de los años 80 del siglo pasado, cuando la mayoría de ecólogos creyeron que las medidas relativas al conjunto de los ecosistemas, como la diversidad, la biomasa, la producción, etc. que habían dominado la teoría ecológica elaborada por los hermanos Odum, Mac Arthur, Lindeman o el propio Margalef, no permitían avanzar, y que había que bajar de nivel, ir a los mecanismos genéticos, ecofisiológicos y demográficos, olvidando los planteamientos “holistas”. Lo que Margalef dice es que considerar los ecosistemas enteros como sistemas físicos es también una aproximación reduccionista, se fija en la física y la termodinámica y, en especial, en las vías de predicción que los físicos desarrollan para los sistemas abiertos alejados del equilibrio. Pero advierte: “Muchos de los modelos ecológicos parecen hechos para un mundo lineal, comparable a una atmósfera o hidrosfera donde no hubiera vorticidad, aunque sabemos que la predicción del tiempo es complicada, ecología y economía siguen empleando modelos conceptualmente demasiado simples, como si fueran envueltos en un flujo laminar... olvidando demasiado lo que se podría describir como un envoltorio histórico de sucesivos niveles de información...” Esta crítica todavía me parece válida para muchos modelos actuales. Los sistemas ecológicos y económicos no son lineales, son complejos, y a lo largo del tiempo acumulan capas de información que condicionan su forma de funcionar.
El sentido de la diversidad
En un entorno existen muchas diversidades: diversidad genética de cada especie, diversidad de especias en cada ecosistema, de ecosistemas en cada paisaje, etc.
Margalef propone, pues, ver los ecosistemas como sistemas físicos, y a la diversidad, un concepto al que dedicó mucha atención a lo largo de su vida, la ve como un análogo de la temperatura que se relaciona con la tasa de renovación y organización del ecosistema. Es necesario que se la reconozca en todos los niveles de observación (hay diversidad genética en cada especie, diversidad de especies en cada ecosistema, de ecosistemas en cada paisaje, etc.). Si nos centramos en los ecosistemas, más que el número de especies le interesa cómo se distribuyen las proporciones de sus abundancias, si es en una pauta aplanada (baja dominancia) o abrupta (gran dominancia). En economía, se piensa de inmediato en la distribución de la riqueza: también encontramos pautas aplanadas (sociedades más equitativas) o más abruptas (sociedades en las que existe una escala más diferenciada entre los más ricos y los pobres). Esto se aplica a la distribución de la riqueza entre países, clases sociales o individuos, y también puede aplicarse a la abundancia de palabras en un texto o a la de las diferentes letras. También es posible calcular una diversidad social para la distribución de individuos en oficios, por ejemplo. Margalef observa que los animales grandes son raros, así como las palabras muy largas y, podríamos añadir, que lo son las personas muy ricas y los oficios muy especializados.
En economía, en una sociedad totalmente igualitaria, tendríamos una línea horizontal (número de individuos en ordenadas, renta en abscisas), al igual que en un ecosistema en el que todas las especies tuvieran el mismo número de individuos. Pero en los ecosistemas, esta diversidad máxima no es posible. Imaginemos conejos y zorros o linces: es obvio que es necesario que los primeros sean mucho más abundantes que los carnívoros que se los comen. En las sociedades humanas, tampoco puede haber tantos gerentes como obreros. En cuanto a la distribución de las rentas, una sociedad igualitaria es posible, existen ejemplos históricos de sociedades ácratas y más o menos igualitarias, pero suele tratarse de grupos nómadas con un grado muy bajo de complejidad. Las experiencias comunistas muestran que la falta de estímulos al buen trabajo, la burocratización, y el agravio de que los perezosos vivan igual que los currantes, hacen el sistema improductivo y disfuncional. Así, países como la URSS, China, Cuba, Corea del Norte o Nicaragua se han acabado convirtiendo en dictaduras, las dos primeras con economías capitalistas. Grupos mafiosos o Estados controlados por minorías políticas intolerantes con las discrepancias generan estructuras muy verticales (muy jerárquicas o desiguales).
Tanto para la distribución de abundancias de las especies en ecología como para la de rentas en economía se puede usar el coeficiente de Gini, que varía entre 0 cuando todas les especies tienen igual abundancia o todas las entidades (personas, países, etc.) igual renta, y 1 cuando todos los individuos son de la misma especie o cuando todo el dinero lo posee una sola entidad. En el gráfico siguiente, las abscisas pueden ser la población acumulada o la abundancia de individuos acumulada (p.e., en porcentajes de 0 a 100), y en ordenadas la renta acumulada o el número de especies acumulado (igualmente de 0 a 100, en porcentajes). La recta indica máxima igualdad y la curva es la llamada curva de Lorenz, que representa los datos del caso estudiado. El coeficiente de Gini mide las proporciones entre las áreas y se calcula como a/(a+b) o, más a menudo, con la fórmula de Brown. Lógicamente, cuanto más cerca esté la curva de Lorenz de la recta (cuanto menor sea a), mayor será la igualdad en las rentas o en las abundancias.
Connectividad, jerarquía y equitabilidad
La conectividad, un concepto esencial cuando se consideran redes de relaciones entre elementos, como ocurre en el estudio de los ecosistemas, de los mercados o de las sociedades, la define Margalef (1997) como el número de interacciones significativas entre especies. La conectancia es la conectividad relativa, es decir, el porcentaje del número de los vínculos posibles que se realizan en una red. En una red eléctrica, la conexión máxima (si todos los circuitos se vinculan entre sí) produce un cortocircuito y la red no funciona. Si disminuyen las conexiones, se desarrolla una jerarquía o cadena de mando. La jerarquía puede medirse como “1–(conectancia)”. En un ecosistema o en una sociedad, la conectancia también suele quedar lejos del máximo. En las sociedades humanas existe una evidente relación entre la jerarquía y la desigualdad, ya que la gran acumulación de riqueza (o una renta individual muy elevada) en pocas personas supone normalmente también un grado de poder elevado dentro de la organización social. Margalef sugiere, además, algunas medidas y valores que marcan límites en el funcionamiento de los sistemas (las propuestas del citado trabajo las repitió en un marco más amplio dos años después, Margalef, 1991). Advierto que las fórmulas que siguen no son indispensables para entender la esencia de lo que voy a decir, pero pueden interesar a algunos.
Los más conocidos de estos valores son el número de especies (S) y la diversidad (H, si es medida con el índice de Shannon-Weaver, H= Spilog2pi, donde pi es la proporción (Ni/N del total de individuos que pertenece a la especie i, así que la suma de todas las pi es igual a 1. H tiene un valor máximo aproximado de 5.3 bits. La conectancia, o conectividad relativa, se puede expresar en relación a la conectividad máxima posible, que es S(S-1)/2, y está entre 1.6 y 1.8; en los ecosistemas, la conectancia está limitada por el exceso de rigidez en los valores más altos y por el riesgo de descomposición cuando los vínculos son demasiado escasos (véase figura); se ha visto que S·C está entre 2 y 12. Margalef propone las siguientes medidas: jerarquía (J = 1-C), que es el complementario de la conectividad, o sea el número de vínculos inexistentes, y por tanto expresa la formación de una “línea de mando”, con valores entre 0 y 1 ; equitabilidad (que se relaciona con el número de especies S y la diversidad H por la expresión SE = 2H); un parámetro Q (= C·2H = C·SE) que varía entre 2 y 4, tal y como muestra la figura, enmarcando el espacio de funcionamiento de los ecosistemas entre la rigidez y el riesgo de descomposición. Se han propuesto muchos otros parámetros para describir aspectos de las redes de relaciones en los sistemas ecológicos, sociales, en redes neurales o de comunicaciones, etc., algunos de los cuales se relacionan con la proporción de especialistas vs. generalistas o el grado de anidamiento (hablamos de anidamiento cuando tanto especialistas como generalistas tienden a interactuar con generalistas, siendo raras las interacciones entre especialistas, Bascompte et al. 2003). Sobre las relaciones entre diversidad o conectividad y estabilidad, hay bastantes trabajos con resultados que a menudo se contradicen y se hace difícil extraer conclusiones generales. Para una revisión, véase Landi et al, 2018.
Margalef termina el artículo comparando el funcionamiento de los ecosistemas con el del lenguaje: “el significado de palabras y frases varía en función de quien habla y quien escucha, o del contexto, cuando se utilizan una y otra vez. No es raro que los sencillos modelos ecológicos fallen en sus propósitos, pero hay esperanza de mejorarlos”.
Teoría de la biogeografía insular, biodiversidad y cambio climático, invasiones
Margalef (1991) comenta brevemente el posible uso del modelo de la teoría de la biogeografía insular de MacArthur y Wilson para cualquier fragmento de la Biosfera. Muy brevemente, esta teoría dice que el número de especies en una isla es el que resulta de las tasas de inmigración (especies que llegan a la isla) y de las de extinción (especies que se extinguen en la isla). Se llega a un valor (número de especies de equilibrio entre inmigración y extinción) que viene determinado por la distancia a la que se encuentra la isla del continente (cuanto más lejos, menos inmigración), y el tamaño de la isla (cuanto mayor es la isla, mayor inmigración y menor extinción). Además, en la isla se dan procesos evolutivos que pueden generar nuevas especies.
Podemos aplicar esta idea a las relaciones entre el cambio climático y la biodiversidad. Las condiciones actuales cambian rápidamente debido al calentamiento climático y a sus efectos sobre las precipitaciones y los episodios de clima violento, lo que afecta también a las “islas” de espacios protegidos. Puede que estos cambios comporten un aumento de las tasas de extinción local de especies (extinciones en cascada) y que la rapidez con que se producen las alteraciones no dé tiempo a una evolución in situ. Margalef dice que cuando existen más probabilidades de extinción y poco tiempo para la evolución, la tasa de renovación se acelerará y entonces, los poblamientos mostrarán un carácter aleatorio. En el caso de las islas protegidas, la tasa de renovación se acelera porque aumentan las invasiones biológicas de especies de gran capacidad expansiva, con consecuencias ciertamente aleatorias. Es quizás imprudente fiarse de que los procesos de sucesión serán suficientes para evitar un declive caótico de los ecosistemas y sus funciones. Algunas zonas mediterráneas, por ahora, parece que deben tender a la aridificación, con una reducción importante de la capacidad de captar y almacenar carbono.
En el caso de las sociedades humanas, la evolución cultural es muy rápida, así como la propagación de las innovaciones de este tipo, así que el efecto isla no suele ser demasiado importante. Lo estamos viendo continuamente con las innovaciones tecnológicas. La mayoría de estas innovaciones, producidas por empresas privadas que a continuación se convierten en globales, desplazan a las empresas locales y alteran el funcionamiento de los sistemas socio-económicos, algo similar a lo que hacen las especies invasoras en ecología. Estas empresas exitosas introducen mayor jerarquía en el sistema. Se generan nuevas formas de organización y problemas de excedentes de puestos de trabajo obsoletos y falta de formación para los nuevos puestos generados, carencia que a menudo se resuelve con la incorporación al mercado laboral de personas migrantes, sea porque están formadas en las nuevas tecnologías o porque están dispuestas a aceptar los menores sueldos que impone la reestructuración de la organización social hacia un capitalismo extractivo y oligopolista. Esto causa problemas, muchos de los cuales derivan injustamente sobre las personas migrantes (con el aumento de las actitudes xenófobas y racistas y el descrédito de la democracia), cuando las causas reales se encuentran en la transformación de las sociedades por la destrucción de muchas industrias locales y la creciente desigualdad a costa de las clases medias y del proletariado, expulsados del nuevo sistema productivo directa o indirectamente, por los oligopolios, que resultan más poderosos que los propios Estados y propician una “libertad” de mercados” (desregulación) que les favorece a ellas y a la corrupción.
Redes en ecología y economía
En ecología existen varios tipos de redes: p.e., las redes tróficas pueden tener características diferentes a las redes mutualistas. En las redes tróficas (también llamadas antagónicas, en las que predominan los vínculos del tipo depredador-presa o huésped-parásito), la organización la determina el flujo de energía, que comienza por la energía que ciertos organismos son capaces de captar del medio (p.e., las plantas y organismos microbianos que captan la energía solar mediante la fotosíntesis o microbios que la obtienen por quimiosíntesis). Esta energía pasa, con pérdidas (por respiración en el funcionamiento de los organismos de cada nivel), a herbívoros, carnívoros que comen herbívoros, carnívoros que comen otros carnívoros, omnívoros, saprófagos, descomponedores... Los libros de texto antiguos solían presentar pirámides tróficas, con los grandes depredadores en la cima (águilas, leones, orcas), a los que les llega sólo un pequeño porcentaje de la energía capturada en el primer nivel, el de los organismos fotosintetizadores, ya que el resto se va perdiendo a cada paso en el mantenimiento de los distintos organismos. Los esquemas de pirámides ahora se han abandonado por los de redes. Aunque los grandes depredadores tienen una función importante en la organización de todo el ecosistema, hay que tener presente que, desde el punto de vista evolutivo, los omnívoros, que aprovechan una mayor variedad de recursos, han desarrollado más capacidades anatómicas, mentales y/o sociales, lo que les ha permitido tener una gran influencia sobre el conjunto de la red alimentaria. Los humanos y otros primates, los cuervos o las hormigas en su conjunto, son ejemplos de esto.
En economía, también pueden considerarse varios tipos de red. Normalmente, se habla sobre todo del dinero. Los sistemas socioeconómicos pueden ser más o menos desiguales: si un número pequeño de individuos tiene una parte muy grande de la renta total o de la riqueza acumulada, el sistema será muy desigual. La aparición y diversificación de las clases medias es un fenómeno relativamente novedoso en nuestra historia y produce sociedades con organizaciones más complejas. El economista Thomas Piketty (2023) advierte que los períodos en los que crece mucho la desigualdad (como está pasando en muchos países desde la década de 1980) suelen ser períodos de decadencia y/o desorganización, en los que la sociedad deja de tener objetivos ampliamente compartidos; el empobrecimiento creciente de las clases medias y bajas desincentiva los sentimientos de pertenecer a proyectos empresariales o colectivos.
Cuando se habla de redes ecológicas, el ecólogo de referencia es Jordi Bascompte, que ha publicado muchísimo al respecto. Sus trabajos le han valido el Premio Internacional Ramon Margalef. En un libro escrito con B. Luque (Bascompte y Luque, 2011) dedican a las redes unas pocas, pero interesantes páginas, que pueden servir al lector para entender un poco más el tema. Hablan de la importancia del beneficio mutuo, el mutualismo, en la génesis de la biodiversidad. El ejemplo que eligen de red mutualista no es ecológico, sino del artista Josh On y su proyecto They rule (https://theyrule.net/), que estudia las relaciones entre las 500 mayores compañías de Estados Unidos a través de la presencia reiterada de individuos concretos en varios consejos de administración. También consideran Internet, una red autoorganizada, como lo son las ecológicas, y como ellas muy heterogénea, con elementos hiperconectados y otros muchos con escasos vínculos. Ataques aleatorios de hackers, eliminando individuos, no desestabilizan las redes de este tipo, pero si se atacan los hubs más conectados de forma dirigida entonces las redes son muy vulnerables. Las redes mutualistas ecológicas (p.e. plantas e insectos polinizadores), mucho más heterogéneas que si fueran aleatorias, son más robustas que las antagónicas incluso frente a la pérdida de especies muy conectadas. Estas redes mutualistas están anidadas, es decir, que las especies más especialistas tienden a asociarse a otras más generalistas que, a su vez, se relacionan con conjuntos mayores. Hay núcleos de generalistas que son bastante resistentes a la pérdida de algunos elementos y especialistas que se vinculan a otros núcleos de generalistas. En redes de antagonistas, en cambio, la estructura es en compartimentos, y el sistema resulta más vulnerable. Sin embargo, si la dependencia entre dos especies mutualistas crece mucho, como ocurre en la agricultura entre humanos y especie cultivada, muchas de las otras especies se pueden extinguir. El conocimiento de las características de las redes puede ayudar a hacer políticas de conservación más inteligentes, que ahorren las extinciones en cascada, protegiendo a especies o grupos que son claves.
Diversidad y conectancia en sociedades humanas
Una sociedad agraria tiene menor diversidad de oficios que una urbana. Salvador Rueda (com. pers.) hizo cálculos de esta diversidad por barrios de Barcelona y los resultados mostraban características interesantes, ya que existen barrios mucho más complejos y autosuficientes que otros. El urbanismo del futuro, que ha de reducir el transporte horizontal para bajar las emisiones, debería orientarse hacia ciudades policéntricas con una complejidad elevada y similar en todos los barrios. La diversidad de oficios o comercios puede ser una medida de interés de los cambios en esta dirección. En las corporaciones, parece más deseable una estructura celular que una piramidal (véanse Atkins et al, 2019, y la web de David Sloane Wilson Prosocial World, que propone utilizar en la organización social la teoría evolutiva de la selección a múltiples niveles).
Los subgrupos sociales dentro de un país se caracterizan por la posesión de un carnet de socio, por compartir ciertos rituales o festividades, por otras expresiones culturales, etc. Un estado dictatorial tiende a empobrecer la diversidad (de partidos políticos, asociaciones, lenguas, etc.), estableciendo una jerarquía muy marcada. En sociedades más democráticas, existe mayor diversidad en muchos aspectos. Cuando crece la desigualdad, la jerarquía se hace más fuerte, pero el sistema sólo puede mantenerse reduciendo las oportunidades de participación de la mayoría en la toma de decisiones. Por tanto, la desigualdad es un peligro real para la democracia.
En cuanto a la conectancia, la cohesión de grupos muy numerosos se alcanza mediante normas (como pertenecer a un estado por haber nacido dentro de sus fronteras y quedar automáticamente sometido a sus leyes), y lo más a menudo se refuerza por vías que guardan relación con la información: lenguaje, ideología (como racismo, nacionalismo, religión, liberalismo, comunismo, etc.). Como en el caso de los omnívoros en los ecosistemas, es ventajoso a la larga moverse en el conjunto de la red y no en una parte limitada de ella, a fin de tener un papel relevante en la organización del sistema. Quizás esto ayuda a entender por qué las grandes religiones han podido sobrevivir durante milenios, ya que se dirigen a todos los elementos de la red social, y por tanto influyen mucho en su organización. Los regímenes autocráticos pretenden lo mismo mediante la propaganda y la represión, y con frecuencia estableciendo alianzas con las religiones, pero son mucho más dependientes de factores como la evolución de la economía, los conflictos territoriales, etc. que les pueden derribar, mientras que las religiones quedan más al margen, en el ámbito de lo que se suele llamar necesidades espirituales de nuestra curiosa especie. Las sectas tienden a captar adeptos situados en lugares clave de la jerarquía, reforzar mucho los vínculos internos y reducir los vínculos con el resto de la población. Todo esto tiene relación con la arquitectura de redes.
El significado del dinero, según Margalef
El dinero fluye en las sociedades en un sentido que es contrario al de los flujos de energía y de información, ya que se intercambia dinero por estos recursos. Para aproximar economía y ecología (y así abordar problemas prácticos de gestión a cualquier escala), Margalef creía esencial, que hallásemos la manera de traducir el significado del dinero en un contexto biológico-informacional (Margalef 1997). Sin esto, veía los intentos de valoración económica de los llamados servicios ecosistémicos con mucho escepticismo. Sobre este tema sólo llegó a apuntar que el dinero tiene algunas características parecidas al territorio: se obtiene, se regula y se defiende. Veía, con preocupación, que el dinero, y el poder asociado, se concentran y quedan fuera de control. El tema de la desigualdad se relaciona con el principio de San Mateo, al que Margalef aludía con tanta frecuencia: "Al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. El enorme crecimiento de la desigualdad y los trabajos ya comentados de Piketty vienen a confirmar que esta preocupación era acertadai".
El peligro de disrupción
Hoy es más fácil trabajar con grandes bancos de datos que hace veinte o treinta años, lo que posibilita nuevas aproximaciones. Un artículo de Trisos et al (2020) plantea una cuestión que creo crucial: qué tiempo nos queda antes de que se produzca un repentino cambio disruptivo en la biodiversidad como consecuencia del cambio climático. La cuestión es (volviendo al comienzo) que carecemos de conocimientos, en este caso, sobre la capacidad de persistir de conjuntos de especies en condiciones que estén fuera de los límites de sus nichos. Los límites de los nichos realizados de cada especie los podemos saber, dice el artículo, por su distribución geográfica. Los autores trabajaron con las distribuciones de 30.652 especies de distintos ecosistemas, y con modelos climáticos para la temperatura media anual, las máximas mensuales y la precipitación anual. La conclusión principal es que las pérdidas de diversidad no serán graduales sino repentinas. Consideraron el tiempo (el año) medio en que cada conjunto entra en condiciones fuera de las usuales, la magnitud (porcentaje de especies expuestas localmente) y la sincronicidad, porcentaje de tiempo de exposición para todas las especies durante la década en la que la exposición es máxima. En las zonas tropicales, que han tenido poca variabilidad climática a lo largo de la historia, muchas especies están cerca de sus límites superiores realizados en lo que a temperaturas se refiere. Con la tendencia actual de aumento de la temperatura, predicen que en 2030 habrá picos de extinción en los océanos tropicales y en 2050 en los bosques tropicales. En tan sólo una década tendríamos el 71% de especies de todos los conjuntos en exposición, y en los conjuntos marinos el porcentaje ascendería a 89%.
Los valores más elevados se dan en el Amazonas, subcontinente indio, Sahel, Norte de Australia y océanos tropicales, pero el cambio abrupto es general (debido a que muchas especies de cada conjunto tienen límites realizados similares, y quizás a otras causas, como interacciones, etc.). Escenarios por debajo de 2ºC del aumento de la temperatura darían más tiempo a la adaptación. Cuanto mayor es la duración de la exposición, más posibles son los aludes catastróficos de extinciones locales. Los lugares con mayor biodiversidad (trópicos) tienen más peligro de sufrir disrupciones repentinas, con extinciones locales muy numerosas. Las disrupciones pueden aparecer antes de lo que los modelos predicen, porque éstos no tienen en cuenta los efectos de eventos extremos o la covariación de variables ambientales. Los autores consideran necesario mitigar rápidamente las emisiones y practicar una gestión dirigida al monitoreo, la creación de refugios y quizás la migración y adaptación asistidas: una gestión que no se basa pues sólo en la respuesta espontánea, sucesional de los ecosistemas (véase también Pigot et al. 2023).
Conclusión
Aunque los modelos (y las variables y coeficientes) que usamos en ecología y economía planteen numerosas dificultades, no es menos cierto que se van produciendo progresos en la manera de abordar los sistemas complejos. Entre otras cosas, los economistas han de entender que es preciso incorporar los daños y beneficios ambientales a sus modelos (el PIB es un ejemplo de índice engañoso, pues suele incorporar como producción la extracción de recursos no renovables) y los ecólogos deben prestar más atención en sus modelos a los vínculos entre los ecosistemas que estudian y los factores socioeconómicos.
En cuanto al cambio climático, en definitiva, los riesgos son serios y no sólo piden protección sobre el papel, sino gestión adaptativa. Por desgracia, como ha dicho alguien sabio recientemente, parece que las naciones se están preparando, no tanto para hacer frente a la crisis ambiental y mermar sus efectos, como para hacer la guerra y obtener la mayor parte posible de los menguantes recursos que las tecnologías (y las poblaciones a alimentar y vestir) demandan. Esta opción no es inevitable, si la gente reacciona, deja a un lado el pasotismo y el hedonismo y empieza a pensar en soluciones colectivas no meramente nacionales sino globales.
Referencias
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