26/06/2017 Opinió

Las raíces del cielo: literatura y ecología

Investigador/a sénior

Jaume Terradas Serra

Nacido en Barcelona, ​​1943. Es catedrático honorario de Ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​después de haber sido catedrático emérito. Organizó el primer equipo de investigación sobre ecosistemas terrestres
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Ambientalismo y literatura en un libro, después trasladado a la gran pantalla, de Romain Gary.

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Romain Gary

De cara a las vacaciones de verano, quisiera recomendar una novela: Las raíces del cielo de Romain Gary, un judío ruso nacido en Lituania que se convirtió en uno de los escritores franceses más conocidos del siglo XX y también director y guionista de cine. Su vida fue como una novela. Ganó dos premios Goncourt, el único autor que lo ha hecho, el segundo con el nombre ficticio de Émile Ajar para ridiculizar a los críticos que decían de él que era un romántico anticuado y que, en cambio, exaltaron al "joven innovador” Ajar ignorando que era Gary hasta después de la muerte de éste.

Estuvo casado con la actriz estadounidense Jean Seberg, a la que no pudo salvar de sus fantasmas. Tuvieron un hijo que escribió la historia de sus padres y que regentó la librería Lletraferit, en el Raval de Barcelona. Seberg se suicidó en 1979 con alcohol y barbitúricos. Gary lo hizo 16 meses después, de un tiro en la boca, dejando una nota en que desvinculaba su acto de la muerte de ella. Antes, había emancipado al hijo de 16 años y le había entregado sus bienes.

Cartell de la pel·lícula diriigda per John Houston
Cartel de la película dirigda por John Houston

Las raíces del cielo fue publicada en 1956 y con ella Gary ganó su primer Goncourt. Se trata de una novela ’ecológica’ con unos personajes inolvidables. John Huston dirigió una desconocida adaptación al cine con Trevor Howard, Errol Flynn, Orson Welles y Juliette Gréco. El motor de la historia es un tal Morel que emprende una cruzada en el Chad (colonia francesa en la época en que se sitúa el libro) en defensa de la fauna y flora africanas y, en especial, de los elefantes. Tomado por un misántropo loco, acepta la compañía de un ambicioso político negro, Waïtari, educado en Francia, que quiere la independencia de África (con sueños de dictador) y espera usar los disturbios originados por Morel —que comete varios atentados sin muertos contra cazadores y traficantes de marfil— para hacer creer en una inexistente insurrección independentista. Morel no quiere hacer política, sólo está de acuerdo con aquellos que se propongan, como él, salvar a los elefantes, y le da igual cómo piensen o de qué país sean. Cree que el hombre necesita amigos "más grandes que los perros".

Las diversas interpretaciones sobre las verdaderas motivaciones de Morel dan lugar a jugosas reflexiones (a veces, algo repetitivas) en torno a si el progreso en África se puede permitir la carga que suponen los elefantes y la vida salvaje, la transformación del espacio que unos consideran necesaria para sacar la población de la miseria y de las tradiciones mágicas y otros lamentan como una pérdida para la libertad, etc. Uno de los personajes afirma que "donde hay elefantes, hay libertad". "La especie humana ha entrado en conflicto con el espacio, la tierra e incluso el aire que necesita para vivir. Las tierras cultivadas ganarán terreno paulatinamente a los bosques o las carreteras invadirán cada vez más la quietud de los grandes rebaños ", dice otro.

ROOTS OF HEAVEN, THE
Trevor Howard, Juliette Gréco y Errol Flynn

¿Es Morel un iluso? Lo parece. Otro personaje dice: "Pobre Morel. Se ha metido en un callejón sin salida. Nadie ha podido nunca resolver la contradicción que existe en defender un ideal humano en compañía de los hombres". Pero Morel aparece cada vez más como un convencido de que salvar a los elefantes es un acto de humanidad y que hay que dar de comer a los negros para que no tengan que matar a los elefantes: "ambas cosas van juntas, es una cuestión de dignidad", afirma. Waïtari, en cambio, cree que la visión de la nobleza y la belleza de los elefantes de Morel es un sentimentalismo burgués decadente. El éxito mediático de Morel le molesta porque esconde la supuesta insurgencia anticolonial (y su propio papel). La naturaleza salvaje es, para él, un peso del que hay que librarse y también hay que matar a Morel antes de que lo apresen y niegue la motivación política.

Las diversas interpretaciones sobre las verdaderas motivaciones de Morel dan lugar a jugosas reflexiones en torno a si el progreso en África se puede permitir la carga que suponen los elefantes y la vida salvaje, la transformación del espacio que unos consideran necesaria para sacar la población de la miseria y de las tradiciones mágicas y otros lamentan como una pérdida para la libertad.

Dice otro personaje de Morel: "Este tipo sufre de una idea demasiado noble del hombre... Una exigencia así nunca perdona. No se puede vivir con ello dentro... No tenemos lo que hace falta...". Pero la fe de Morel en los humanos se mantiene siempre, aunque es consciente de las insuficiencias de nuestra naturaleza, del enorme peso que el destino (nuestras características como especie) carga sobre nuestra espalda. Él espera que la ciencia ayude, que por ejemplo se inventen "píldoras de humanidad". Y cree que hay que seguir luchando: como el primer pez que salió del lodo sin tener aún pulmones, hay que intentarlo aunque nuestra naturaleza no ayude, porque quizás algún día, dice, llegaremos a tener un "órgano de la dignidad". Esta apuesta por el futuro de una humanidad mejorada hoy nos hace pensar en los post-humanos, que vemos siempre entre la esperanza y el temor de una nueva decepción sobre nosotros mismos.

El libro está lleno de tipos desencantados, que han soportado una o dos guerras mundiales y que han ido a parar a un rincón del mundo llevados por la tormenta, en los que Morel provoca las reacciones más opuestas. No son pocos, sin embargo, quienes intuyen con simpatía que la lucha por los elefantes de Morel es una lucha por la dignidad humana, aunque muchos la vean sin esperanza. Pero Morel aprendió en el campo de concentración nazi que un gesto aparentemente fútil de digna rebelión llega al corazón de los demás. Los humanos respondemos más por intuición y empatía que por razonamiento. Dar ejemplo es eficaz.

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Desde el punto de vista del ambientalismo, el libro plantea cuestiones básicas que hoy siguen siendo vigentes, con un grado de penetración sorprendente para la época. ¿Hay lugar para los grandes rebaños africanos en el mundo que estamos haciendo, o su destino será el de los bisontes en Norteamérica? Si estamos ya presenciando la muerte de la Gran Barrera australiana, la sexta gran extinción y la alteración del clima, ¿qué dice todo esto de nosotros?

No son pocos, sin embargo, quienes intuyen con simpatía que la lucha por los elefantes de Morel es una lucha por la dignidad humana, aunque muchos la vean sin esperanza.

Hoy, hay dos tendencias diferentes entre los conservacionistas: a) los que predican una ecología reformista del sistema, que quiere introducir las valoraciones incluso monetarias de los servicios ecosistémicos para ayudar a una toma de decisiones más cuidadosa con el entorno y abrir nuevas vías de negocio en un mundo más sostenible; y b) lo que se llama ecología profunda, que plantea el tema desde un punto de vista ético, reconociendo el valor inherente de las especies y la biosfera (algún día trataré el tema de la ecología profunda, que tiene muchas ramificaciones polémicas). Morel se sitúa más próximo a esta segunda posición porque "salvar a los elefantes" es afianzar nuestra propia dignidad contra un sistema que agrede la vida. Y, como él dice, todos tenemos "elefantes" que salvar.

Un libro que deberíamos recuperar. Si alguien se anima, agradeceré comentarios.

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