El CREAF ha firmado recientemente la Declaración de Barcelona para la Información de Investigación Abierta (Barcelona DORI, en sus siglas en inglés) y se añade a las más de 150 organizaciones que le dan soporte, entre centros de investigación, universidades, entidades que financian ciencia, gobiernos, redes y consorcios científicos, además de entidades relacionadas. Entre las signatarias se encuentran CERCA, el CSUC, el CSIC, la UAB y la UB.
La información de investigación abierta hace referencia a datos que describen la investigación, como los metadatos de publicaciones –autoría, afiliación, título, etc.–, de fuentes de financiación y de colaboraciones, por nombrar algunas. Gran parte de este contenido se gestiona desde sistemas digitales de acceso restringido –como son Scopus o WoS–, que suelen convertir los metadatos en métricas que a menudo no son fáciles de descifrar y pueden contener sesgos. “El aspecto delicado de estos indicadores es que se utilizan para evaluar al personal investigador y las instituciones científicas, para establecer las prioridades estratégicas de las políticas de investigación y para otorgar premios”, explica Florencia Florido, gestora de ciencia abierta y del conocimiento del CREAF. Florido apunta que se trata de métricas con poca fiabilidad, "que rigen el rumbo de la ciencia a alcance global y aumentan las desigualdades, porque perjudican a disciplinas, colectivos y lenguas infrarrepresentadas y menos privilegiadas".