El incendio de Òdena un año después: las zonas aclaradas antes del fuego se están regenerando mejor
La Anoia y el Bages sufrieron un grave incendio en julio de 2015, que quemó 1.235 ha. Las zonas de pino carrasco donde previamente se habían realizado aclaradas se están recuperando con más éxito por lo que se refiere a las especies rebrotadoras. La regeneración del pino carrasco es más modesta pero se le puede encontrar por cualquier parte de la zona quemada.
Una chispa se acerca a un montón de paja. Quema rápidamente. Las altas temperaturas y la baja humedad favorecen la propagación del fuego. Nos acercamos al 26 de julio de 2015, fecha en que la manipulación inadecuada de una picadora de paja originó el incendio de Òdena. Más de mil hectáreas se vieron afectadas entre las comarcas de la Anoia y el Bages, zona de alto riesgo de incendio en 2015 por la ola de calor y la sequía.
Una gran parte del bosque quemado era un pinar de pino carrasco (Pinus halepensis), que desgraciadamente ya había sufrido un fuego en 1986. Todavía estaba en recuperación y la mayor parte de los pinos eran individuos jóvenes. Ahora, el equipo del CREAF ya lleva un año estudiando estas zonas afectadas, que habían sido gestionadas por la Asociación de Propietarios 'Entorns de Montserrat' con el apoyo de la Diputación de Barcelona. "Hemos observado que la gestión forestal es clave. En las partes donde se había sacado más densidad de pinos, los efectos del incendio han sido casi un 50% menos severos" explica el investigador del CREAF Josep Maria Espelta. Añade que "esto ha favorecido una mayor rebrote de especies arbustivas y arbóreas y facilitará la recuperación del área quemada".
Los arbustos y árboles rebrotadores son los primeros en recubrir la zona quemada
Parte de las áreas donde se había aplicado una reducción de biomasa están recubiertas ya de verde gracias a las especies rebrotadoras. Éstas tienen un banco de yemas subterráneas protegidas que no son destruidas por el fuego y que crecerán como nuevos vástagos. Gracias a esta estrategia, la zona afectada se puede empezar a regenerar rápidamente y es por eso que los investigadores ya encontraban ejemplares de encina, coscoja, madroño y brezo seis meses después del fuego. Un año después, este rebrote cubre hasta el 40% de la superficie quemada, en el caso de las zonas aclaradas.
En cuanto a los pinos carrascos que se habían quemado —que no tienen una estrategia rebrotadora, sino que germinan— "están teniendo una regeneración modesta y variable en toda la zona, posiblemente porque la sequía del pasado otoño e invierno fue muy intensa", explica el Dr. Espelta. Pero añade, con esperanza, que "al menos lo encontramos por todas partes tanto en las zonas gestionadas como en las que no lo han sido, y en algunos casos con densidades importantes". Esto es una buena noticia, ya que permitirá una recuperación del bosque más efectiva.
El aspecto de los árboles quemados nos da pistas de la severidad del incendio
En el incendio, muchos pinos murieron sofocados por las altas temperaturas o quemados, aunque siguen conservando el tronco y las ramas. Estos restos sirven para ver cómo de severo ha sido el incendio.
En el caso de Òdena, casi el 75% de los árboles quemados analizados sufrieron una afectación moderada (severidad nivel 1), y no conservaron las hojas pero sí las ramas secundarias y las piñas. A pesar de que el árbol muera, una buena cantidad de piñones han quedado protegidos por la piña y caerán cuando se abra. "Ésta es una buena estrategia para germinar en zonas de poca competencia" destaca Josep Maria Espelta, "pero este sistema de regeneración es complejo y hasta dentro de un tiempo no se sabrá si realmente los nuevos pinos se establecen con éxito", aclara.
Una vez más, los resultados demuestran la necesidad de gestionar los bosques. Las aclaradas en zonas de pino carrasco joven, no sólo ayudan a la regeneración después de incendios u otras perturbaciones, sino que también promueven la buena estructura y dinámica del bosque. ¿Para qué nos sirve eso? Recordemos las provisiones que nos proporcionan las masas forestales, desde la madera y leña hasta la fijación de CO2, crítica en este momento de cambio climático.