El misterio del tritón jaspeado que permitirá elaborar un atlas de anfibios
A principios de este siglo, varios estudios ya advertían que cada vez era más difícil encontrar el tritón jaspeado en el Parque Natural de los Aiguamolls del Empordà, y de hecho no ha habido citas de este anfibio durante más de 20 años . El tritón jaspeado es el más abundante de Cataluña y se encuentra en distintos puntos del Empordà. ¿Cómo era posible que no se encontrara en el espacio inundado protegido más emblemático de esta comarca?
Son las seis de la tarde del último miércoles de abril en el aparcamiento del Mas del Matà, en los Aiguamolls de l'Empordà. Acaban de llegar Sandra Saura Mas, investigadora del CREAF, y Enric Capalleras, biólogo y técnico de campo de la asociación IAEDEN. “¿Traes botas? – es casi lo primero que me preguntan después de saludarme – ¿Y el impermeable? Hoy nos mojaremos por arriba o por abajo.”
Sandra y Enric llevan años estudiando las poblaciones de anfibios de este parque natural, desde que en 2015 la asociación logró financiación por parte de la Fundación Zoo de Barcelona para iniciar los muestreos. Hoy me han invitado a acompañarles en un muestreo de estos animales que terminará de noche.
Mientras nos adentramos en el parque, Sandra me cuenta que empezaron estos muestreos con el propósito de volver a encontrar alguna población de tritón jaspeado (Triturus marmoratus), pero que ahora están ya muestreando las fases adultas y larvarias de todos los anfibios del parque.
“No te esperes un montaje espectacular, que aquí es todo muy casero”, me advierte Enric cuando pasamos con dificultades un puente sobre un canal de riego y llegamos al primer estanque, donde una serie de botellas de plástico recortadas y colocadas en varas permite capturar las larvas que diferentes anfibios han depositado en el agua, y también invertebrados que son presas habituales de los anfibios. 'Funnel traps', trampas de captura sin muerte, caseras y de materiales reciclados, pero efectivas.
Un misterio no resuelto, pero con hipótesis
Las trampas han recogido unos pocos renacuajos y algunos pequeños invertebrados. Ni rastro de los tritones, pero aquí ya era de esperar. “En los primeros muestreos, el tritón no lo encontramos por ninguna parte – me comenta Sandra –, hasta que el año pasado detectamos un macho y unas cuantas hembras en el límite del parque natural.” Además de los adultos, el equipo encontró numerosas larvas, indispensables para renovar y hacer crecer a la población. “El hecho de que los hayamos encontrado en el límite del parque indica que posiblemente han llegado desde el exterior”, indica Enric.
Todavía no está claro porque la especie no se había citado durante tantos años, aunque tanto él como Sandra tienen sospechas. De entrada, cabe decir que aunque estamos en un parque natural, la propiedad de los terrenos es privada, y las zonas de humedales reciben a menudo una presión agrícola y ganadera más intensa que otras zonas del Empordà, con más ganado pisando el barro, pesticidas y más movimientos de agua (por el uso de canales de riego), que fuera de los humedales.
“Esto dificulta mucho el establecimiento de los tritones, que necesitan aguas transparentes y tranquilas para poner los huevos y se esconden en el fango para soportar los veranos”, apunta Enric. “Y además, ¿qué te juegas a que encontramos cangrejos esta noche?” me desafía Sandra. Y es que tanto los peces como los cangrejos se alimentan de larvas de tritones y de otros anfibios, y el cangrejo americano (Procambarus clarkii, una especie invasora) está muy presente en el parque. Pero este no es el único riesgo para el tritón y para el resto de anfibios.
El riesgo de quitridiomocosi en el parque
El encargo inicial de la Fundación Zoo de Barcelona incluía detectar la posible presencia de Batrichochytrium dendrobatis, el hongo que provoca la quitridiomicosis en los anfibios. Este hongo es una especie invasora que afecta a la piel de muchas especies de anfibios y les dificulta gravemente la respiración. En todo el mundo ya ha causado el declive o la extinción de más de 200 especies de anfibios.
“Lo detectamos sólo en una de las veinticinco muestras de piel de diferentes individuos que capturamos” – me explica Sandra. Concretamente se encontró en un sapillo pintojo mediterráneo (Discoglossus pictus), aunque éste no presentó ningún síntoma de la enfermedad.
Con tan pocas muestras nadie puede aventurar si esto implica que el riesgo de expansión del hongo por el parque es alto o bajo. Pero “hay que tener en cuenta que a menudo es más difícil capturar los individuos enfermos (porque cambian de comportamiento) y que el sapillo pintojo mediterráneo es una especie alóctona que ya ha sido capaz de establecerse en el territorio”, advierte Sandra .
Del misterio al proyecto
Acabamos el muestreo de los estanques y hay que esperar a que oscurezca para salir con las linternas en busca de ranas, que con sus cantos ponen banda sonora por la noche y resultan más fáciles de localizar.
Y mientras esperamos en un refugio para observar pájaros, Enric confiesa la importancia de las especies bandera: “Seguramente no habríamos encontrado esta financiación sin el objetivo de buscar el tritón jaspeado en el parque, pero lo cierto es que esto nos ha permitido dos cosas: que hayamos sido capaces de poner en marcha el observatorio Amfíbic, el observatorio de anfibios del parque, y que estemos a punto de completar el primer atlas de distribución de los anfibios que hay en el parque.”
“Y esto también nos ha permitido encontrar, por ejemplo, el sapo de espuelas – añade Sandra –, una especie que no despierta tanto interés al gran público, pero que está catalogada como vulnerable según la lista roja de la IUCN.” El sapo de espuelas (Pelobates cultipes) se puede encontrar en muchos lugares de la Península Ibérica, pero sus poblaciones se han reducido muchísimo en las últimas décadas, “sobre todo porque se han perdido muchas balsas donde poner los huevos y porqué las que hay son cada vez más estacionales, se secan demasiado pronto para que el sapo pueda completar su ciclo reproductivo”, explica Enric.
Luces, cámara, paciencia y premio
Empieza a llover con mayor intensidad cuando llega el momento de salir. Con una bolsa de plástico trato de proteger la cámara e iniciamos el itinerario de vuelta hacia los coches. Resulta sorprendente lo difícil que resulta localizar visualmente una rana que estás oyendo a medio metro, si no eres Sandra o, especialmente, Enric. Con su ayuda y la complicidad de la naturaleza, que a menudo premia la paciencia, finalmente conseguimos filmar algún ejemplar de ranita meridional, de rana común, ¡un coipú! y, por supuesto, el cangrejo americano. Menos mal que no me jugué nada. Me voy a casa empapado como un pollito y más contento que unas pascuas, y con muchas ganas de ver ese atlas que tiene que salir el próximo año.