Hacia una teoría general de la evolución
Nos acercamos al momento en el que el neodarwinismo quedará superado, y ya existe la necesidad de un cambio de paradigma que reformule y complete la Teoría de la Evolución.
Un comentario reciente de Elizabeth Pennisi (Science, 18 de novembre de 2016) (Science 18 de noviembre de 2016) recoge muchos ejemplos de la omnipresencia de la hibridación entre especies, no sólo en microbios procariotas y en plantas sino también en animales, incluidos humanos (ya hace tiempo que sabemos que llevamos genes procedentes de cruzamientos con neandertales y denisovianos). Pennisi cree que esto es un reto a la teoría evolutiva, tal y como la conocemos. El concepto biológico de especie de Mayr (en el que, el aislamiento reproductivo es condición necesaria para que se pueda otorgar a un grupo diferenciado de individuos la categoría de especie) se tambalea: muchas especies hibridan con otros parientes dejando descendientes fértiles, y el árbol de la vida se convierte en una red.
Estoy de acuerdo. En Noticias sobre evolución (2015) ya expuse las dificultades actuales del paradigma neodarwinista. En los procariotas hay una considerable promiscuidad genética y las evidencias de hibridación más o menos frecuente (en ningún caso rarísima) en todos los grandes grupos de organismos se suman a otros fenómenos como la introgresión de genes mediada por virus, microbios u otros organismos por vía parasitaria o simbiótica. Mi impresión es que se acerca un cambio de paradigma, el tipo de crisis descrito por Thomas S. Kuhn en 1962 en The structure of scientific revolutions. No puedo entrar en debates epistemológicos, pero sí recordar que, a pesar de que los paradigmas se han de defender, a menudo, cuando ya no son sino castillos en ruinas ocupados por científicos que han sido los pontífices de una determinada rama de la ciencia, los viejos paradigmas devienen obstáculos al conocimiento.
En algún otro artículo de este blog me he referido a las dificultades encontradas por innovadores como Barbara McCormick o Lynn Margulis (dos mujeres, hecho quizá no casual) para ver aceptadas sus ideas en el campo de la evolución. Pero también es cierto que Kunt advertía que “no se puede hacer caer un paradigma sin ofrecer uno nuevo que lo sustituya, porque esto equivaldría a rechazar la propia ciencia” y, aunque se han producido intentos de construir un paradigma alternativo al neodarwinista (p.e., el libro de Jablonka y Lamb Evolution in four dimensions), su cimentación no está terminada. En los próximos años, el uso de técnicas CRISPRs y otras que permiten la exploración masiva y barata de los genomas y su manipulación facilitará el progreso. Mientras, los sacerdotes siguen clamando contra los herejes, tras unos muros parcialmente derribados. Fuera mejor que salieran a campo abierto y se pusieran a pensar si ha llegado la hora de ensanchar el marco: seguiremos siendo darwinistas, no postdarwinistas, pero lo que en 1940 podía ser neo- hoy es paleo-.
El neodarwinismo (para seguir la terminología de Einstein) viene a ser una teoría especial de la evolución. Integró la teoría de la selección natural de Darwin, la teoría mendeliana de la herencia —con la mutación como fuente de variación— y el planteamiento estadístico de la genética de poblaciones. La nueva teoría general de la evolución debería ligar la selección natural (y la deriva genética, la selección sexual, la selección de grupo, etc.) con la herencia (con variación genómica endógena y exógena), más la transmisión enseñada del comportamiento de padres a hijos, una teoría evo-devo sólida, la reconstrucción filogenética ayudada por técnicas moleculares, la genética de poblaciones, y la consideración de un marco ecológico que no sólo filtra los cambios sino que también induce tasas de cambio más o menos aceleradas y que es en parte construido en el proceso evolutivo.
Además, la teoría general de la evolución debería incluir la cultura como producto evolutivo en un cierto número de especies (tal vez se podría hablar de dictiodarwinismo, del griego δίκτυο que significa ‘red’, ya que el conjunto genoma-epigenoma, el proteoma, los grupos sociales, las poblaciones, los ecosistemas, las lenguas, etc..., todo funciona en red). Pero más que un nombre, esta deseable teoría general necesita un esfuerzo de formulación similar a lo que hicieron para el neodarwinismo Fischer, Haldane y Sewall-Wright. No es fácil.
Por otra parte, los mecanismos de la evolución de la cultura no se basan en la reproducción con variación y selección, sino en imitación, plagio, aprendizaje, uso y modificación de lenguajes y de instrumentos... y la elección de lo que perdura depende de la fitness pero también de relaciones socio-económicas y de poder, de la historia y del azar. Además, la evolución ha generado la cultura y ésta a su vez, mientras evoluciona según mecanismos propios, influye en la evolución biológica. Incluso, como en la domesticación y la ingeniería genética, puede dirigirla y tiende a hacerlo más y más. Y aquí sí que ya no se trata de darwinismo sino de diseño inteligente, aunque no necesariamente bien intencionado ni siempre tan inteligente como sería deseable.