La primera generación de silvicultores urbanos de Uforest transformará una plaza dura de la UAB en un refugio climático
Dos mil metros cuadrados de hormigón serpentean entre parches de césped y un puñado de árboles que sobreviven entre gigantescos edificios universitarios. Así es la Plaça del Coneixement, un amplio espacio público de la UAB que se incorpora como reto formativo al proyecto europeo Uforest.
En septiembre, veinte estudiantes de las universidades socias del proyecto –la UAB, POLIMI, la TCD y la UNITBV– asistieron al primer curso de especialización en bosques urbanos para aprender a convertir el gris en verde. Durante dos semanas repartidas entre Barcelona y Milán trabajaron sobre un reto: crear un proyecto de refugio climático urbano a través de la reforestación de esta alegórica plaza universitaria.
Con las clases magistrales y las salidas de campo han conocido los beneficios locales y globales de los bosques urbanos, pero también han sido conscientes de su complejidad, tanto para crearlos como para mantenerlos: escasez de agua, interacciones entre especies, limitaciones de espacio o intereses económicos son algunos de los retos que requieren un pensamiento innovador para asegurar un impacto positivo a largo plazo. El curso de especialización les ha permitido trabajar sobre una visión holística que busca equilibrar las necesidades de la naturaleza y las personas en un entorno antropizado.
Divididos en grupos de trabajo, los estudiantes idearon cuatro propuestas que competían por asegurar los servicios ecosistémicos de sombra, mitigación del calor y descanso, favorecer la biodiversidad y prever un uso razonable del agua, sin olvidar el uso social de la plaza: Uniforest, El Bosc Glial, The Meandering Forest y Diversity as an Urban Recipe.
Según explica Joan Pino, director del CREAF y cocoordinador del curso, esta experiencia ha servido como prueba piloto de un futuro Urban Forestry lab –un espacio innovador para la cocreación de bosques urbanos– que esté alineado con la red de Open Labs de la UAB, se combine con una oferta docente y cuente con la implicación del CREAF y de las administraciones locales, como AMB o el Ayuntamiento de Barcelona.
Hemos sembrado la semilla de un Urban Forestry Lab combinado con una oferta docente y la implicación de un centro de investigación y de administraciones locales.
Joan Pino, director del CREAF y cocoordinador del curso a través de la UAB
Los estudiantes: diversidad, creatividad y el deseo de cambiar el mundo
El grupo de estudiantes relucía por su diversidad, tanto formativa como cultural. Había perfiles de arquitectura, biología e ingeniería forestal, pero también de finanzas y administración de empresas, con intereses que combinaban las ciencias, las artes, los idiomas y los deportes. Corina Basnou, participante del proyecto a través del CREAF, confiesa: “Los estudiantes compartían el deseo de mejorar el mundo. Esta experiencia fue tan enriquecedora que me hizo revivir la ilusión de ser profesora”. Daniela Haverbeck, cocoordinadora del curso a través de la UAB, explica que “No buscaban ganar un premio, sino formar parte del cambio”. Joan matiza que “Había cierto frentismo, que es el reflejo de la realidad en silvicultura urbana. Les enseñamos que el verdadero valor está en la colaboración, no en la competitividad. La caminata del primer día fue un bautismo de fuego que sirvió para romper con la resistencia de salir de la zona de confort”.
Los estudiantes compartían el deseo de mejorar el mundo. No buscaban ganar un premio, sino formar parte del cambio.
Daniela Haverbeck, cocoordinadora del curso y Corina Basnou, investigadora del CREAF
Aún sin conocimientos previos sobre silvicultura urbana, la relación entre naturaleza y ciudad había inspirado sus caminos vitales: desde el reclamo de calma y belleza del jardín japonés de Toulouse, pasando por la conservación de murciélagos en Pamplona, hasta la lucha vecinal de Arenys de Mar en contra de un proyecto de urbanización o los desastres naturales que sufre la milenaria ciudad de Tenochtitlan por la desmesurada urbanización post-colonialista. Estos son algunos testimonios:
Soy activista climática y quiero dedicarme a la conservación de la naturaleza. Creo que los bosques urbanos tienen un especial atractivo para la juventud.
Alaitz Meiyue Azcona, estudiante de biología ambiental
Me gustaría trabajar con bosques urbanos para mejorar las vidas de las personas que viven en ciudades con grandes desigualdades sociales y pocos recursos.
Belen Belda, estudiante de biología ambiental
De pequeña había visto fotos de jardines verticales, de edificios llenos de plantas y cubiertas verdes. Y me preguntaba ¿por qué esto no se hace más?
Júlia Alegre, estudiante de biología ambiental
En Estonia observé la relación armónica de los ciudadanos con la naturaleza, que forma parte intrínseca de su cultura e identidad. Fue toda una inspiración.
Maria Ibarz, estudiante de biología ambiental
La urbanización compite con la creación y expansión de bosques urbanos, que podrían verse como una amenaza al espacio.
Alexander Otto, estudiante de sostenibilidad ambiental, económica y social
Las finanzas tienen una gran influencia en la destrucción de la naturaleza. Todo es una cuestión de poder. Yo quiero contribuir para defender la dignidad, la vida y la belleza.
Luis Torres-Farrell, estudiante de sostenibilidad ambiental, económica y social
El proyecto ganador: un ágora de conocimiento y un oasis
Tras evaluar los cuatro proyectos, muy igualados por su alta calidad y propuestas innovadoras, la Oficina de Sostenibilidad de la UAB escogió El Bosc Glial por su mayor viabilidad y alineamiento con la estrategia de naturalización del campus.
El Bosc Glial imagina la Plaça del Coneixement como un corredor verde en el que se integran una biblioteca al aire libre y un bosque comestible. Todo salpicado de reservorios de agua, paneles solares y una ciclovía, así como árboles para regular el clima y arbustos, flores y plantas aromáticas para atraer biodiversidad y enamorar los sentidos. El concepto ideado por Bianka Łomnicka, Júlia Alegre, Juliana Voinescu, Laura Saison y Luis Torres se inspira en las células gliales, que sostienen y protegen a las neuronas, y busca ser un refugio, tanto para el conocimiento, la biodiversidad y la relación harmónica con la naturaleza.
El 5 de diciembre de 2023 se hará una presentación pública de El Bosc Glial por parte de dos de sus impulsoras. ¿Te gustaría asistir en exclusiva?
Acabamos con unas espirituales reflexiones de Luis y Júlia:
Vengo de una ciudad construida sobre un lago: Tenochtitlan, la Venecia mexicana. Hace 500 años, los ciudadanos vivían en armonía con el entorno natural. Mi abuelo me contaba que los canales llegaban hasta el centro de la ciudad y que la gente bajaba en las trajineras –coloridas y tradicionales barcas– para vender sus productos. Xochimilco es el único testimonio de cómo era la ciudad lacustre de la antigüedad, con vistas a los volcanes y donde se conserva el sistema de canales para la agricultura.
Actualmente, el ecosistema es muy diferente. Con la colonización, el lago fue drenado en aras de la urbanización. Esto hace que el suelo sea inestable y que suframos desastres naturales, como sismos e inundaciones, con consecuencias mortales. Es lo que tiene ir en contra del diseño de la naturaleza.
En contrapartida, los sismos y las inundaciones que han destruido edificios coloniales están dejando al descubierto vestigios arqueológicos, como antiguas pirámides debajo de las iglesias. ¡Es como si la ciudad de abajo estuviese rompiendo a la de arriba! ¿Será la venganza de Tláloc, el dios de la lluvia?
Luis Torres-Farrell, estudiante de sostenibilidad ambiental, económica y social
Creo que la naturaleza se vive desde un sentido espiritual. Un lugar donde encontrar tranquilidad y descansar del bullicio de la ciudad. Un sitio para visitar de forma especial e intencionada en busca de la paz inherente que caracteriza a los espacios verdes. Tal espiritualidad hace que pasemos de entender la naturaleza como un cuerpo vivo, complejo y funcional a verla como un mero servicio. La naturaleza se convierte, así, en un concepto lejano, prácticamente cultural, inerte y externo a los ritmos vitales de la metrópolis. Incluso, podríamos decir que es un objeto de consumo para quien se puede permitir el lujo de visitarlo.
Los urbanitas viven el paso de las estaciones según la sensación térmica. Como mucho, se fijan en las hojas de los Platanus x hispánica cuando cae el otoño y la certeza de que es tiempo de castañas. Viven desconectados de la naturaleza real y de sus ciclos.
Por eso, veo en los bosques urbanos una manera de reconectar la naturaleza con las personas. Pienso en un espacio de inmersión verde de calma donde el ocio quede en segundo plano y el protagonismo sea para las plantas
Júlia Alegre, estudiante de biología ambiental