Miquel de Cáceres, el biólogo cautivado por los ordenadores y las matemáticas
La espontaneidad de Miquel de Cáceres salta como un muelle literalmente ante la pregunta de por qué estudió biología. Y pronuncia la respuesta con una naturalidad arrolladora que cae como el plomo: “por Ramon Margalef, sin duda”. Recuerda cómo le influyeron en la adolescencia los libros de divulgación de este ecólogo de referencia, sobre todo ‘Planeta azul, planeta verde’: “tienen un discurso aparentemente sencillo, pero que no lo es en absoluto”. Y rememora cómo ya entonces se enamoró de la biología, gracias a la pasión contagiosa que transmitía una profesora. Aparte de la biología, los ordenadores y las matemáticas son sus pasiones, probablemente por este orden. “Soy de una generación que empezaba a tener ordenadores en casa y me inicié en la programación con 15 años. Éramos muy pocos, cuatro ‘frikis’ que nos pusimos a ello”. La biología seguía siendo una referencia y, por eso, una vez en la universidad se zambulló en la ecología forestal, la limnología y la ecología teórica, como aún hoy recuerda.
"Sin duda, estudié Biología por Ramon Margalef: su libro ‘Planeta azul, planeta verde’ tiene un discurso aparentemente sencillo, pero que no lo es en absoluto".
MIQUEL DE CÁCERES, responsable del Ecosystem Modelling Facility del CREAF
Su primera experiencia científica una vez licenciado en Biología es realizar la tesis doctoral en modelización molecular, si bien su fortaleza allí volvieron a ser sus conocimientos de programación informática. "Las habilidades matemáticas en un biólogo son raras", afirma, "y por eso mi afición me abría puertas profesionales… pero en direcciones que no me llenaban lo suficiente". Lo que sí aparece de forma clara con la tesis es la palabra modelización, que hoy liga y da sentido a todo su discurso gracias a que ha logrado unirla con la ecología: desde 2021 coordina la Ecosystem Modelling Facility (EMF) del CREAF, una pequeña unidad especializada en modelización estadística, una forma simplificada y matemática de aproximarnos a la realidad que permite elaborar predicciones. La creación del EMF y la contratación de Miquel de Cáceres ha sido posible gracias al programa Severo Ochoa.
Un biólogo apasionado que programa código informático desde los 15 años: una combinación rara que le ha llevado a modelizar para realizar predicciones sobre sistemas ecológicos.
"He encontrado una tarea que, si sale bien, me hará disfrutar mucho". Y pasárselo bien es resultado de conectar la modelización de procesos (que ya desarrolló en el Centro Tecnológico Forestal de Cataluña) con el día a día de la investigación del CREAF. "Me permite enriquecerme del conocimiento de las compañeras y compañeros; necesito establecer colaboraciones y que las herramientas que desarrollamos les resulten útiles para investigar", explica.
El ‘dream team’ de la modelización
El discurso estructurado de Miquel de Cáceres pasa al plural de repente y, a partir de entonces, ya sólo habla del equipo, del nosotros que representa a los 3 compañeros que integran el Ecosystem Modelling Facility. Y explica con detalle la versatilidad de un grupo que cuenta con Víctor Granda y Roberto Molowny. De Granda destaca su fascinación por la informática, que le llevó a dejar la investigación en biología una vez presentada la tesis doctoral: “es muy bueno programando… quizás por influencia de su padre, que se especializó en hardware”. Y de Molowny apunta que es físico, con una tesis de astrofísica "y de los tres es el que sabe más matemáticas, más física y más estadística".
“A Victor Granda, a Roberto Molowny y a mí (integrantes de la EFM) no nos asustan las cuestiones numéricas, sabemos programar, tenemos un bagaje cuantitativo y eso es positivo. Tenemos perfiles complementarios, podemos hacer grandes cosas juntos con objetivos comunes”
MIQUEL DE CÁCERES
Sobre sí mismo, admite que su paso ha sido algo más tardío, porque se ha dedicado a investigar en ecología forestal y lleva un año coordinando el Ecosystem Modelling Facility en un rol híbrido entre la investigación y el apoyo técnico. “A Victor Granda, a Roberto Molowny y a mí no nos asustan las cuestiones numéricas, sabemos programar, tenemos un bagaje cuantitativo y por eso aportamos, y eso es algo positivo. Tenemos perfiles complementarios, podemos hacer grandes cosas juntos con objetivos comunes”. Y de sí mismo recalca: "he programado muchos años, no soy informático pero tengo la algorítmica en la cabeza". Su gran reto como equipo: seguir apoyando, participar en proyectos en los que exista un valor añadido y seguir impulsando desarrollos propios.
Su discurso está cuajado de preguntas retóricas que contesta rápidamente de forma didáctica y ordenada. Como si asumiera que la modelización y la estadística son abstractas y conviene clarificar. Se dedica a modelizar procesos después de centrarse en la estadística aplicada a la ecología como predoctorando y, a continuación, como postdoctorando en Canadá.
Distingue entre la modelización estadística (analizar datos para extraer información sobre patrones), de la modelización que elabora herramientas para realizar predicciones sobre el funcionamiento de un sistema ecológico. "Con la primera obtuve un reconocimiento mediante citas científicas, pero me generaba la insatisfacción de no tener un sistema de estudio", recuerda. Y ésta es la razón por la que se ha ido especializando en modelizar procesos. “Por un lado es muy duro, porque debo aprender sobre muchos ámbitos de investigación e integrarlos, y conocer cómo funcionan los procesos en los sistemas ecológicos. Pero por otro, trabajo sobre todo con bosques y esto me permite pensar qué está pensando en las copas con la intersección de la lluvia, observar las raíces… ahora tengo un vínculo más fuerte entre mi experiencia vital y mi trabajo”. La modelización de procesos ecológicos, pues, pone la biología por delante, en íntima colaboración con los ordenadores y las matemáticas.
Un científico que modeliza
Los modelos complementan la experimentación, que es cara. Y tienen una multiplicidad de usos, de la que se benefician los distintos ámbitos de investigación del CREAF.
La multiplicidad de usos de los modelos en investigación va desde comprobar cómo interacciona con otros procesos uno propio de la ecología, hasta concebir aplicaciones para transferir conocimiento. "Los modelos complementan la experimentación, que es cara", especifica, "por eso los diversos ámbitos de investigación del CREAF se pueden beneficiar de ella". Uno de los ejemplos de transferencia es prever el riesgo de incendio, a partir de predicciones sobre la variación de humedad en la vegetación. “Me parece relevante porque es una forma de incidir, de conectar con la realidad. Me siento útil no sólo por hacer avanzar la investigación, sino también porque se toman decisiones a partir de la información que proporcionamos”.
La constante colaboración con ámbitos diversos de conocimiento también es parte del trabajo que le llama la atención. "La ventaja de los modelos es que integran conocimiento de diferentes ámbitos, formalizados matemáticamente para realizar cálculos cuantitativos". La decisión profesional de evolucionar desde la estadística aplicada a ecología de comunidades hasta la modelización de procesos forestales le permitió desarrollar un sistema de estudio, aplicable al bosque, a escala de parcela o a escala de cuenca.
"Me siento científico, si bien es una cuestión que hace 20 años que me planteo"
MIQUEL DE CÁCERES
Si se le pregunta si se considera científico afirma que sí, que se siente identificado con ello. "Es una cuestión que hace 20 años que me planteo", confiesa. “Me gusta la actividad de investigar, si bien la que hago está muy orientada a generar herramientas para que investiguen otros. Escribo artículos científicos, pero no todos contestan a una pregunta sobre el funcionamiento de la naturaleza. Me considero científico, pero podría no considerarme como tal. Ahora lo tengo más asumido, porque mi trabajo está mucho más ligado a los bosques y sus procesos. Pero los que nos dedicamos a números somos un poco especiales, creo”.
Esta acción es parte del programa Severo Ochoa “ULandscape” financiado en 2019 por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación español para apoyar a los Centros de Investigación de Excelencia.