Orígenes de la ecología terrestre en Cataluña
Se cumplen ahora 50 años de la creación (1967) de la primera cátedra de Ecología del Estado, que ocupó Ramón Margalef. Por este motivo, los ecólogos de la UB organizan una serie de seminarios. El primero se hizo el 19 de mayo, sobre el papel que jugó Margalef en los inicios de la ecología terrestre. Fue una mesa redonda con Antoni Escarré, Carlos Gracia, Ferran Rodà y yo mismo como ponentes. Yo fui el segundo profesor numerario (agregado, en la UAB) de ecología en Cataluña (1974) y había leído la primera tesis de ecología terrestre (1973), aunque desde un departamento de Botánica, sobre clima y economía hídrica en plantas de los Monegros. Como asesor de ediciones Omega, intervine en el encargo y el proceso editorial de la Ecología de Margalef (1974), y tuve con él una relación frecuente (incluso intenté empezar una tesis con él en 1965, cuando cursaba el último año de carrera, pero él era director del Instituto de Investigaciones Pesqueras y no pudo ser).
Me propuse crear un equipo de investigación sobre ecología terrestre en la UAB. Sin embargo, era evidente que iba a costar reunir una masa crítica de gente. Hablé de ello con Antoni Escarré, que también procedía de Botánica y que era entonces adjunto de Margalef, y le propuse hacer algún estudio conjunto en el Montseny (donde desde la UAB ya hacíamos actividades de educación ambiental y otras por encargo del Servicio de Parques Naturales de la Diputación), en la línea del concepto de ecosistema-cuenca desarrollado por Frederick Bormann y Gene Likens en Yale. Lo hablamos luego con Margalef, que justamente había pasado un semestre en Yale y conocía muy bien a Bormann y Likens.
La idea le gustó y, a finales de 1976, redactó una primera propuesta muy ambiciosa para el ICONA (el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza) para el uso de la casa y la finca del Vilar de la Castanya. Yo preparé dos documentos para determinar las posibles actividades inmediatas. En 1978, los dos codirigimos un proyecto de la Societat Catalana de Biologia sobre bioecología del haya, financiado por la Diputación y, con Escarré y los americanos, a quienes visitamos Escarré y yo en Hubbard Brook, preparamos un proyecto para presentar al Comité Conjunto Hispano-Norteamericano, con Margalef y Bormann como investigadores principales. El proyecto se aceptó y se inició oficialmente en marzo de 1979.
Margalef asumió la pesada carga administrativa del proyecto para ayudarnos a empezar. No se implicó en la recolección de datos, ya tenía bastante trabajo en su propio campo, pero nos ayudó de muchas maneras. Escarré ganó una cátedra en Alicante y el trabajo del Montseny quedó para los grupitos de la UAB y de la UB: quien puso en marcha el trabajo de cuencas y ciclos biogeoquímicos fue sobre todo Ferran Rodà, mientras Carlos Gracia y Robert Savé hacían estudios de ecofisiología de la encina y el haya, Claret Verdú trabajaba sobre la descomposición de la hojarasca y Lluís Ferrés sobre los ciclos de nutrientes.
Dos años después, Bormann, enfermo, tuvo que renunciar y Rodà convenció a Georges Hornberger, de la universidad de Virginia y discípulo de Bormann, para que lo relevase. Margalef también pudo renunciar al liderazgo y pasé a ser investigador principal de la parte española. Escarré puso en marcha, con el asesoramiento de Robert Pierce, director de la estación de Hubbard Brook, un sistema de cuencas en la sierra de Prades en el que trabajó gente de las tres universidades. El proyecto con los americanos acabó en 1983, año en que leyeron las tesis Rodà y Gracia. El 1984 coordiné un libro sobre el hayedo, Escarré y yo fuimos a la estación de Coweeta, donde trabajaba Hornberger, los dos con C. Gracia presentamos una primera síntesis de resultados en un congreso en Uppsala y los tres con Rodà publicamos un artículo resumen en Investigación y Ciencia.
Se han publicado cientos de trabajos de investigadores de las tres universidades. El 1987 se fundó el CREAF y Margalef aceptó estar en el Patronato y en el Consejo Científico en representación del Institut d’Estudis Catalans. El 1990, con el CEFE de Montpellier, montamos un congreso sobre la ecología de los encinares que dio lugar a un libro del que fuimos coordinadores François Romane y yo y en el año 1999 Rodà, Retana, Bellot y Gracia fueron quienes coordinaron un volumen sobre el mismo tema publicado por Springer Verlag, enteramente a partir de los estudios del Montseny y Prades.
Des de 1976 han transcurrido 40 años. Se sigue trabajando en el Montseny i en Prades. Aunque los temas de estudio han ido variando, algunas observaciones tienen series de 37 años, hecho ciertamente poco usual en ecosistemas mediterráneos. El encinar es uno de los ecosistemas forestales más conocidos, aunque es mucho todavía lo que ignoramos. Pero aquellos dos primeros proyectos, sobre todo el hispano-norteamericano, establecieron las bases de la ecología terrestre en Cataluña.
En aquellos ya lejanos orígenes, Margalef tuvo un papel crucial. Nos financiaron por su prestigio, obtuvimos la cooperación de Yale por la misma razón, él sacrificó muchas horas (y retrasó la presentación de proyectos de limnología que le interesaban más directamente) para ayudarnos a salir adelante. Es justo que, en este cincuentenario del departamento de Ecología que creó, lo recordemos con agradecimiento: la ecología terrestre de tres Universidades pudo crecer, heredera no sólo de las ideas de Margalef sino también de su generoso y totalmente desinteresado esfuerzo (nunca firmó un solo trabajo sobre los encinares y los hayedos). Trece años después de su muerte, todos los que lo conocíamos aún añoramos al maestro y tenemos el deber de hablar de él a los jóvenes.
ACTUALIZACIÓN
En 1985, la Institución Catalana de Historia Natural (ICHN) me publicó este trabajo que trataba el estado de la ecología terrestre en los países catalanes en aquel momento.