Principios evolutivos para organizarnos y mejorar nuestra adaptabilidad al cambio
Me gustaría explicar aquí algunas ideas que, partiendo de la ecología y de una visión de la evolución diferente de la del neodarwinismo, pueden ayudarnos a hacer mejor las cosas para los humanos y para el conjunto de la Biosfera.
Aquel que entienda a un babuino podría hacer más por la metafísica que Locke. Charles Darwin
Me interesé por la ecología durante la carrera porque las explicaciones de Ramon Margalef nos decían mucho más que otras materias sobre cómo funcionaba el mundo y cómo se situaban en él las sociedades humanas. Margalef se entusiasmaba con los detalles anatómicos de un alga unicelular y sus funciones y, poco después, saltaba a algún proceso de alcance biosférico. Todo parecía atado y tener sentido, desde los átomos a la Tierra.
Este sentimiento me ha acompañado siempre. Estudié (más adelante se verá porqué lo digo), los mecanismos de las plantas de ambientes áridos, las comunidades y su dinámica temporal y los tipos biológicos y su explicación funcional: mecanismos, función, historia ... (Terradas, 1990; Terradas, Peñuelas y Lloret, 2009). La sucesión es comparable al desarrollo de un organismo. Repasé lo que Margalef había dicho sobre las conexiones íntimas entre sucesión y evolución (Terradas, 2014, 2015). Había una clara conexión entre sucesión, evolución biológica y evolución cultural. En ecología es fácil entender porqué, según Dobzhanski (1973), nada en biología tiene sentido sin la evolución. La ecología también ayuda a ver que la evolución no puede ser sólo el neodarwinismo (Terradas, 2006 y 2014), que hay que ampliar la visión de la evolución basada en los genes a una basada en sistemas (Terradas, 2008, 2015, 2016, 2017, 2019; Terradas y Peñuelas, 2009, 2011; Peñuelas y Terradas, 2013; Rosell y Terradas 2019; Terradas y Rosell, 2019; véase también Fernández Valiente 2002). Y que la cultura es un producto de la evolución de la vida (Terradas, 2020).
Esto de superar el neodarwinismo lo han dicho muchos. Lynn Margulis, con su teoría de la endosimbiosis serial: las células de los organismos eucariotas son el resultado de una agrupación de células microbianas a lo largo de un proceso evolutivo; Eva Jablonki y Marion Lamb (2014), al considerar la epigenética y las herencias no genéticas; véanse también Margulis y Sagan (2003), Watson, (2006), Wilson y Wilson (2007, 2008), Beurton, Falk y Rheinberger (2008), Pigliucci y Müller (2010), Moya (2010), GISS y Jablonki (2011 ) o Shapiro (2011) entre muchos otros.
Los organismos pluricelulares son agrupaciones de células que trabajan juntas en armonía, pero, además, cada uno de estos organismos contiene microbiotas (tenemos microbios en la piel, en la boca, los intestinos, etc., somos, de hecho, ecosistemas). ¿Qué es el cáncer sino la reproducción "insolidaria" de unas pocas células, rompiendo los mecanismos reguladores de esta armonía? Y heredamos no sólo genes, también reguladores epigenéticos, moléculas de los óvulos, condiciones derivadas del ambiente dentro del útero, adquirimos una microbiota al pasar por el canal uterino y caracteres familiares ligados a la crianza y a la cultura ...
La visión de la evolución que salió de la síntesis moderna en los años 30 y 40 del siglo XX, hace más de ochenta años, ha permitido enormes avances en la comprensión de la biología y en la reconstrucción de las filogenias. Pero ¿alguien cree que en la selección sexual la elección se hace por el sex-appeal de los genes? Ver la evolución sólo a base de genes y cambios accidentales hace prácticamente imposible entender los cambios en los planes de organización, la aparición de organismos radicalmente diferentes. Complica la comprensión de la vida social, y sobre todo de la humana, la de nuestra propia mente, un sistema que genera percepciones y creencias que nos ayudan a sobrevivir y reproducirnos, aunque no se ajusten a los hechos de la realidad. Los sentidos nos engañan, pero, en general, nos ayudan a funcionar, aunque en gran medida somos ilusiones de nuestro propio pensamiento. Y fabricamos también creencias, y no es en vano, ya que las creencias compartidas son esenciales en la vida social. Incluso las creencias totalmente ficticias pueden ser adaptativas si fomentan conductas que lo son (Wilson, 2019). Las religiones tienen éxito porque generan cohesión de grupo al ofrecer explicaciones del mundo, aliviar la angustia con los rituales, influir en la educación para perpetuarse, consolar en el duelo, educar en la obediencia (justificando la guerra, si es necesario...) y porque la mayoría fomentan la procreación, y algunas la conversión, para aumentar el número de fieles. Todo esto tiene una lógica evolutiva darwiniana, pero no genética.
Ver la evolución sólo a base de genes y cambios accidentales hace prácticamente imposible entender los cambios en los planes de organización, la aparición de organismos radicalmente diferentes.
La innovación evolutiva no resulta sólo de cambios espontáneos al azar en los genomas, sino que se produce también por interacciones en una red mucho más amplia. Hay hibridaciones entre especies en las que los híbridos se pueden reproducir. Cada genoma va recibiendo (a lo largo de la historia) incorporaciones de materiales genéticos ajenos, como fragmentos de virus o de genomas de otros, de parásitos o de simbiontes, etc. Estas introgresiones pueden implicar la adopción de funciones enteras. Los transposones, elementos genómicos parásitos, a veces son capturados por los genes de los vertebrados y se generan nuevos genes que codifican nuevas proteínas. En la evolución de los tetrápodos se han identificado 94 eventos de este tipo (Cosby et al. 2021). Cientos de nuestros genes derivan de transposones que les dan nuevas capacidades. Esto también pasa por fusiones entre genes del huésped o un gen y parte de otro. Además, los genes no funcionan en cadena, sino en red; dos de ellos pueden actuar acoplados aunque estén muy separados, lo que sugiere que conjuntos de genes pueden tener propiedades emergentes que no se ven en los genes individuales (Nosil et al. 2021).
Materiales externos pueden activar o desactivar genes por vía epigenética (y estos cambios se pueden mantener durante generaciones), o provocar aumentos en la tasa de mutación. Y cada especie no sufre la selección pasivamente, sino que construye su nicho modificando el entorno y las presiones selectivas, haciendo refugios, nidos, caminos, usando otras especies (cría de hongos por hormigas, uso de anémonas protectoras por cangrejos, captura de fitoplancton por animales que aprovechan la fotosíntesis, etc., por no hablar de los humanos). La complejidad de los sistemas ecológicos hace que un cambio, inicialmente favorable, a la larga pueda no serlo. La evolución no tiene propósito: lo que funciona en un momento dado se selecciona, aunque pueda acabar siendo contraproducente e, incluso, llevar a la extinción. No hay perfección de diseño (ni diseño, de hecho), por maravillosos que sean los productos de la evolución. Este es un aviso que debemos tener presente. En la evolución cultural sí hay diseño previo, pero éste no se dirige normalmente a nuestra supervivencia y reproducción sino el éxito del objeto diseñado, y la enorme complejidad del mundo hace imposible prever sus efectos.
La evolución no tiene propósito: lo que funciona en un momento dado se selecciona, aunque pueda acabar siendo contraproducente e, incluso, llevar a la extinción.
Lo que el medio escoge es la capacidad del organismo entero para vivir y reproducirse. Y la selección no actúa sólo sobre los individuos, también lo hace (especies sociales) sobre las características de los grupos de individuos. Los grupos más cooperativos superan mejor las dificultades del medio que los que lo son menos. Esto explica el éxito evolutivo de los insectos sociales y nuestro. Al elegir los grupos más cooperativos, favorece también a los individuos más cooperativos. Darwin aceptaba que podían existir mecanismos de tipo lamarckiano, y la epigenética lo es, en cierto modo, y la selección de grupo.
Los grupos más cooperativos superan mejor las dificultades del medio que los que lo son menos.
El dogma neodarwinista no quiso oír hablar de estas cosas, pero hoy su existencia ofrece pocas dudas. Hay que releer a Darwin. Margalef (1985), en una jornada en el Museo Dalí sobre Proceso al azar, organizada por físicos, con eminencias como René Thom o Ilya Prigogine, habló de la evolución a múltiples niveles, desde los genes a los ecosistemas. La evolución tiene lugar en las escalas de los individuos, grupos, ecosistemas, socio-ecosistemas, organizaciones culturales, incluso de la biosfera entera. Hay una ciencia de la evolución multi-nivel.
La evolución es una historia, los genomas que persisten son resultado de esta historia. Como en toda historia, los acontecimientos están influenciados por el azar, hay contingencia. Además, una vez se ha creado una cierta "arquitectura" hay constricciones, la evolución tiene menos vías disponibles. Después de una gran extinción, disminuye la variedad de planes de organización y los que quedan se diversifican, desarrollando adaptaciones diversas para "aprovechar los huecos" dejados por los grupos desaparecidos, pero manteniendo su plan básico. En el Cámbrico había muchos más planes de organización que ahora.
La evolución tiene lugar en las escalas de los individuos, grupos, ecosistemas, socio-ecosistemas, organizaciones culturales, incluso de la biosfera entera. Hay una ciencia de la evolución multi-nivel.
Comparándolo con los autos, sería como si ahora tuviéramos menos marcas pero cada marca muchos modelos. Una evolución similar se encuentra en las lenguas: la mayoría de las 7000 hoy existentes desaparecerá de aquí al 2100, quedarán unos pocos cientos con gran predominio de menos de 10. Con el tiempo, las lenguas "imperiales" se pueden rediversificar, como pasó con el latín, pero las nuevas pertenecen a una misma familia. Dado el proceso globalizador, no sabemos si esto, que ha pasado siempre a lo largo de la historia, se repetirá en las lenguas tras la gran extinción que ahora vivimos.
Como dijo Arthur Koestler en Beyond reductionism, la verdadera innovación se produce cuando se ponen juntas cosas que, previamente, habían estado separadas (citado por Corning, 2003). A esto se le ha llamado hipótesis del sinergismo. Los grandes cambios evolutivos no nacen de errores accidentales en la reproducción del DNA sino de la interacción en sistemas complejos de muchos elementos biológicos y fisicoquímicos y, a menudo, de la composición (como ocurre en la simbiosis, por eso se ha hablado también de evolución composicional, Watson 2006). El físico Stuart Kauffman (2019) sitúa el origen de la vida en unas protocélulas formadas por conjuntos autocatalíticos de RNA, proteínas o una mezcla de unos y otros, encapsulados dentro unas esferas de moléculas de lípidos. En ellas, cada innovación biológica crea un nuevo nicho funcional que promueve más innovaciones que no se pueden predecir, porque la función de lo que genera la biología depende de lo que había antes y de lo que existe ahora, con un conjunto que siempre se va expandiendo de lo que puede venir después. Las variables relevantes no las conocemos antes de que emerjan en la evolución y, así, la vida se encuentra, según Kauffman, más allá de la física. La idea que me parece generalizable a la evolución biológica y cultural es que las innovaciones nacen de interacciones y, al alterar el entorno, crean nuevas posibilidades de innovación, nuevos contextos y oportunidades, que no causan, sino que hacen posible que nuevas formas de vida lleguen a existir. La aproximación de Kauffman se centra en los sistemas y no en los genes y supone un emergentismo radical.
Evolución para entender el mundo y cambiarlo
El último libro que he leído sobre estos temas me ha parecido muy relevante (Wilson, 2019). Explica que la evolución darwiniana nos puede ayudar a entender la evolución cultural y muchas claves de nuestro comportamiento colectivo y, así, darnos una base teórica para analizar las relaciones sociales y para formular, sobre una base sólida, políticas y modelos de organización adaptativos. Para empezar, Wilson (David Sloan Wilson, no confundir con Edward Osborne) explica de esta manera tan sencilla la teoría evolutiva darwiniana:
1) Hay variación entre individuos.
2) Estas diferencias a menudo tienen consecuencias para su supervivencia y reproducción.
3) Los hijos se parecen a los padres.
Dadas estas tres condiciones, las poblaciones cambiarán con el tiempo. Los caracteres que contribuyan a la supervivencia y a la reproducción se volverán más comunes. Los individuos se irán adaptando a sus medios.
Hay una aparente paradoja que necesitamos entender: desde el punto de vista individual, parece ventajoso para un individuo pensar sólo en sí mismo, aprovecharse de la ayuda de los demás, para no perder energía ayudándolos. Y es evidente que hay individuos que hacen esto. Pero también vemos propensión a la empatía, a la solidaridad, y una necesidad de merecer la aprobación de los otros. Esta dicotomía Jekyll-Hyde es un producto de la evolución: se debe a que la selección funciona al mismo tiempo a nivel individual y a nivel de grupo. Según Wilson, el egoísmo tendería a predominar sobre el altruismo dentro de los grupos, pero los grupos altruistas a menudo ganan a los egoístas: la "solidaridad" emerge cuando las presiones de selección entre grupos son más fuertes que las presiones de selección dentro de los grupos. El egoísmo se puede imponer, pero las sociedades más cooperativas tienen más capacidad de innovación. Esto las hace mejores a la hora de adaptarse y la capacidad superior de adaptación frente a alternativas es la única fuente de diseño en la naturaleza. Ésta es una buena noticia, creo (siempre que la empatía no derive en mero gregarismo). La moral, las reglas de convivencia que dan cohesión a las sociedades, tienen una base biológica en genes que nos hacen ser empáticos y buscar el afecto de los demás, al igual que las características de los cachorros despiertan instintos de protección en los adultos. En los comportamientos hay biología y cultura.
La "solidaridad" emerge cuando las presiones de selección entre grupos son más fuertes que las presiones de selección dentro de los grupos.
Entre los muchos aspectos que toca el libro de Wilson está el de los oasis de innovación: lugares (u organizaciones empresariales, o países) donde las cosas funcionan mejor. Un oasis de innovación puede ser el "Silicon Valley". ¿Qué encontramos en estos casos? "Alta diversidad de habilidades relevantes, un alto grado de conectividad social, un alto grado de generosidad y convicción, y un alto grado de capacidad de soñar sobre crear algo que no existe, que es el objetivo del innovador". Sin embargo, es obvio que esto sólo pasa algunas veces. Wilson explica porqué es así, pero no me entretendré en ello.
La caja de herramientas de Tinbergen y los principios nucleares de Olstrom
El pensamiento de Wilson parte de dos propuestas que vale la pena comentar. Una está configurada por las cuatro preguntas del etólogo Niko Tinbergen (Nobel de Medicina de 1973, con Konrad Lorenz y Karl von Frisch): para entender cualquier producto de la evolución, es necesario saber:
1) Cuál es la función del carácter considerado, ¿por qué existe si lo comparamos con otras posibilidades?
2) ¿Cuál es la historia de este carácter, como ha evolucionado a lo largo de múltiples generaciones?
3) ¿Cuál es el mecanismo físico (ya he dicho que incluso el comportamiento tiene bases físicas) de este carácter?
4) ¿Cómo es el desarrollo del carácter a lo largo de la vida del organismo? Aquí debemos entender por organismo no sólo el cuerpo de un individuo sino también una colonia de abejas, una empresa o una sociedad, ya que estas cuatro preguntas sirven tanto para la evolución biológica como para la evolución cultural.
No sirven para cualquier cosa: en la naturaleza hay objetos, como las rocas, que no tienen ninguna función y no podemos explicar su diseño evolutivamente. Pero los seres vivos son todos productos de la evolución y nosotros, por tanto, también. Y lo es la sociabilidad, con todos los sistemas simbólicos y otros que la sustentan (Wilson dice que todos tenemos un simbotipo, por analogía con el genotipo y el fenotipo). Wilson sugiere que estas cuatro preguntas sobre función, mecanismo, desarrollo e historia, cuatro temas que he señalado al hablar de mi iniciación como ecólogo, son una caja de herramientas esencial para diseñar políticas adaptativas basadas en la ciencia evolutiva. Y lo defiende de manera muy convincente.
La sociabilidad también es, con todos los sistemas simbólicos y otros que la sustentan, un simbotipo, por analogía con el genotipo y el fenotipo).
La segunda propuesta de Wilson para disponer de una base teórica evolutiva que nos oriente para la acción política se basa en los ocho principios nucleares de diseño establecidos por Elinor Ostrom (1933-2012), politóloga estadounidense que ganó el Nobel de Economía en 2009, para gran disgusto de los economistas. Hay que partir de la idea crucial de que nuestra evolución ha tenido lugar, durante millones de años, en el contexto de pequeños grupos que, mucho más tarde, se han fusionado en grandes sociedades. Nuestro cerebro tiene una arquitectura seleccionada para la vida en pequeños grupos. El individuo no se entiende sin comprender esto. Y las sociedades más grandes son como organismos multicelulares, formadas por pequeños grupos. Olstrom había estudiado la conocida "tragedia de los comunes", planteada por Garrett Hardin en 1968: en un prado comunal que admite cierta cantidad de ganado, cada ganadero querrá poner tantos animales como pueda y el resultado será la destrucción del prado. Los economistas dan dos soluciones: privatizar el prado o imponer regulaciones desde arriba (o sea, el "laisser faire" liberal capitalista o el socialismo de estado), dos soluciones que han demostrado no funcionar, la primera porque está provocando la destrucción del entorno a escala global y una desigualdad creciente que atenta contra el bienestar del conjunto, y la segunda porque limita la libertad individual y es muy ineficiente a la hora de generar bienestar y recursos. Hoy, entre los economistas se impone con mucho el pensamiento neoliberal, que considera que a los humanos sólo nos mueve el interés propio (resumido en hacer dinero: Homo economicus). Esta visión no se corresponde con la ciencia evolutiva. El edificio matemático que han montado los economistas para defenderla es teatro: no hay ninguna otra ciencia que trate con sistemas complejos que se atreva a hacer el tipo de modelos de los economistas.
El edificio matemático que han montado los economistas para defenderla es teatro: no hay ninguna otra ciencia que trate con sistemas complejos que se atreva a hacer el tipo de modelos de los economistas.
Ostrom estudió muchos casos reales, sin hacer modelos matemáticos previos. Descubrió en el mundo soluciones evolutivas mucho mejores que las de los economistas. Se basaban en consensuar el reparto del recurso, con rotaciones del uso de las mejores zonas, y el control de toda la comunidad sobre el comportamiento abusivo de los individuos. De los casos exitosos, Ostrom extrajo ocho principios nucleares:
1) Una fuerte identidad de grupo y buena comprensión de los propósitos
2) Equivalencia proporcional entre beneficios y costes, o sea evitar que unos trabajen más y otros tengan más beneficios, hacer que haya juego limpio
3) Toma de decisiones justa y participativa
4) Control consensuado y colectivo sobre los comportamientos individuales
5) Penalizaciones a los infractores bien graduadas (a menudo, el rechazo manifiesto del grupo es suficiente, pero no excluye, en casos graves, la expulsión del infractor)
6) Resolución rápida y justa de los conflictos por el propio colectivo, en principio sin recurrir a instancias externas
7) Autonomía local: si el grupo está dentro de un ente mayor, debe tener autoridad para auto-organizarse
8) Gobernación policéntrica: en sociedades formadas por muchos grupos, las relaciones entre grupos deben funcionar con los mismos principios que las relaciones entre los individuos de cada grupo, es decir que los principios nucleares de diseño son independientes de la escala que se considera.
Si queremos un caso cercano que aplica algunos de estos principios, podemos pensar en el funcionamiento democrático y autogestionario del Tribunal de las Aguas de Valencia, reconocido como Bien Inmaterial de la Humanidad.
Wilson cree que estos principios se pueden aplicar no sólo al uso de recursos comunales sino a la organización de las escuelas, de las asociaciones de vecinos, de las iglesias, de las agrupaciones de voluntarios, de los negocios, de las ONGs y de las agencias gubernamentales. Estos "organismos" persiguen cada uno un objetivo común. Y cree que los principios de Olstrom, que dan un esquema de organización para cualquier grupo que persigue una finalidad común, están muy relacionados con la selección multi-escala y la evolución biológica y cultural. En un organismo pluricelular miles de millones de células (del individuo y de su microbiota) trabajan en armonía para mantener con vida al organismo; lo mismo ocurre con una colonia de animales sociales. Estas cooperaciones son resultado de procesos evolutivos. En las sociedades humanas, el enorme incremento de procesos culturales también tiene un origen adaptativo y el simbotipo de cada grupo contribuye a que este grupo se perpetúe en el proceso selectivo que supone la competencia con otros grupos. Además, los principios 7 y 8 implican que ningún grupo debe beneficiarse a costa de los otros, y este es un punto esencial para avanzar hacia una sociedad mundial bien organizada: extender la cooperación con una finalidad común al conjunto de la humanidad y de la biosfera. La Tierra es sagrada, por encima de banderas nacionales y todas las otras categorías de grupos. Su bienestar debe ser nuestro objetivo común más importante.
En las sociedades humanas, el enorme incremento de procesos culturales también tiene un origen adaptativo y el simbotipo de cada grupo contribuye a que este grupo se perpetúe en el proceso selectivo que supone la competencia con otros grupos.
Wilson ha trabajado con Olstrom con notable éxito, aplicando estos principios en diferentes casos reales (escuelas, asociaciones de vecinos), comparándolos con grupos control, y ha explorado casos de éxito en otros tipos de organizaciones. En el caso de la educación, añadieron dos principios auxiliares: la creación de un ambiente seguro y placentero y que la persecución de objetivos a largo plazo dé gratificaciones a corto plazo. Es probable que estos dos principios auxiliares deban considerarse también en otros tipos de "organismos". Por otra parte, es obvio que todos los principios se aplicarán en base al conocimiento de las circunstancias locales.
¿Todavía estamos adaptados? ¿Somos suficientemente capaces de adaptarnos a los cambios culturales?
Una cuestión relevante es si, con el proceso cambiante de nuestra construcción de nicho, los geno-, feno- y simbotipo que habían evolucionado en pequeños grupos de cazadores-recolectores aún están bien adaptados a las nuevas condiciones de vida. Es obvio que la duración media de la vida ha aumentado y que la población humana crece. Nadie quiere volver a la vida del paleolítico. Sin embargo, en algunos aspectos han aparecido problemas, como puede ser el caso del aumento de las enfermedades derivadas de un mal funcionamiento del sistema inmunológico, las enfermedades de la piel, los problemas digestivos, vasculares e incluso neurológicos. La causa de todo esto se puede relacionar con cambios en el estilo de vida. Alteraciones de nuestro microbioma por causa de la dieta, de la eliminación de microbios "amigos" por el exceso de higiene, etc. La contaminación atmosférica o el tabaco son causa de enfermedades pulmonares y cardiovasculares. Ciertos tipos de luz y un exceso de focalización causan problemas de visión. El uso de antibióticos y hormonas, sobre todo en granjas, produce la evolución de cepas ultra-resistentes de bacterias y efectos disruptivos del sistema hormonal. Algunos compuestos nuevos introducidos en el medio son cancerígenos. Un trabajo reciente de Peñuelas et al. (2021) indica que el exceso de abonos nitrogenados en el cultivo del trigo puede influir en el aumento de la celiaquía. Los microplásticos invaden el medio y nuestros propios órganos. La intrusión humana en ambientes salvajes y el aumento de población y densidad de los humanos y sus animales aumenta el riesgo epidemiológico, sobre todo el debido a virus zoonóticos, como es el caso del SARS-Covid-2. Los ambientes urbanos nos protegen, garantizando refugio frente a depredadores (no humanos), agua potable, alimentos, atención médica, etc., pero tienen algunos efectos nocivos porque no estamos plenamente adaptados a ellos. Hay muchas enfermedades no transmisibles que sólo aparecen en países con un modo de vida urbano moderno porque nuestro organismo sigue adaptado a la dieta y el modo de vida de los cazadores-recolectores (enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes, arterioesclerosis, cáncer de pulmón, mama, estómago, próstata, obesidad y otras son casi inexistentes en las sociedades que hoy no han entrado aún en los hábitos de las sociedades urbana, pero han aumentado muy rápido en sociedades que están en pleno desarrollo, como China o la India, al crecer el consumo de sal, calorías, alcohol, azúcar y refrescos que lo contienen, alimentos procesados, carne roja, etc., y disminuir el ejercicio, el consumo de fibras, el tiempo de masticación, etc.). Estos y otros efectos irán en aumento si no se implementan políticas que consideren seriamente los temas evolutivos.
Los ambientes urbanos nos protegen, garantizando refugio frente a depredadores (no humanos), agua potable, alimentos, atención médica, etc., pero tienen algunos efectos nocivos porque no estamos plenamente adaptados a ellos.
Uno de los aspectos a corregir es el de los efectos del exceso de escolarización y la focalización en pantallas de la atención de los niños, cuando su cerebro aún no está suficientemente desarrollado y necesitan descubrir el entorno, jugar mucho y moverse. Se han constatado retrasos importantes (y a veces permanentes) en niños sometidos a demasiada instrucción que han tenido demasiados juguetes ya hechos que no fomentan la creatividad y poca interacción con niños de diferentes edades y adultos. La fisiología de la lactancia se estableció a lo largo de muchos milenios de cazadores-recolectores en que se amamantaba a demanda, con alta frecuencia y constante contacto físico madre-hijo: se llevaba al niño a cuestas y se dormía con él, pero en las sociedades modernas esto no es así, los niños duermen en habitaciones diferentes de las de los padres, en una cama propia, i los llevan en cochecitos. La actual dispersión de las familias, la jubilación forzosa y el cambio tecnológico arrinconan a muchos ancianos a vidas ociosas y solitarias (véase Diamond 2012). Las "herramientas" propuestas por Wilson pueden ayudar a mejorar la adaptación y, quizás más importante, aumentar la adaptabilidad a los cambios que se aceleran por la evolución cultural tecnológica.
Se ha dicho, y yo lo he repetido en varios Apuntes, que cabalgamos el caballo desbocado de la cultura. Los cambios tecno-culturales son tan rápidos que importantes masas de población tienen dificultades para seguirlos, y ya no basta con pasar la primera parte de la vida mayormente en la escuela, sino que se nos dice que hay que seguir aprendiendo siempre, no ya para ser más sabios sino, simplemente, para poder usar los nuevos utensilios y programas que se convierten en indispensables. Es obvio que la gente joven es más adaptable y que, a partir de los 40, generalmente, cuesta más. Grupos sociales y países quedan descolgados por falta de acceso a las nuevas tecnologías o por incapacidad para aprenderlas. La escritura segregó unas élites alfabetizadas de las masas "incultas" y ahora también se segregan élites informatizadas que no necesariamente coinciden con las élites lectoras. Los cambios se aceleran y, como la Reina Roja, hay que correr más y más para conservar el lugar. Pero estar al día tiene relación con el poder y con la organización social más o menos desigual.
La última parte del libro trata de los problemas globales y defiende que las preguntas de Tinbergen y los principios de Olstrom pueden ayudarnos a abandonar los modelos económicos actuales hacia modelos adaptativos. Wilson tiene un programa (Prosocial) que ofrece entrenamiento para trabajar mejor en grupo. La idea es que tenemos un deterioro acelerado a escala de la biosfera y que, al mismo tiempo, las ideas económicas dominantes se basan en el individualismo (la codicia o el egoísmo se consideran buenos para la sociedad) y en el nacionalismo (nosotros, primero), desconociendo que la selección también favorece los sentimientos empáticos en los animales sociales complejos y prescindiendo de las evidencias de que el crecimiento de la desigualdad, actualmente muy rápido, genera un descenso del bienestar, una quiebra en los mecanismos reguladores (por ejemplo, aumenta la manipulación por la mentira y las realidades inventadas, véase mi anterior Apunte, Pseûdos) y un aumento de los conflictos (como ya se ha producido en otros momentos históricos, con consecuencias desastrosas). De hecho, se puede establecer una relación entre el aumento de la desigualdad y el declive de los factores de cohesión basados en la empatía, que son sustituidos por factores de cohesión basados en el odio a los "otros" (racismo, nacionalismo extremo, etc.), lo que conduce a la conflictividad y a la violencia.
Se puede establecer una relación entre el aumento de la desigualdad y el declive de los factores de cohesión basados en la empatía, que son sustituidos por factores de cohesión basados en el odio a los "otros"
El libro contiene muchos otros temas de gran interés. Empieza, naturalmente, por romper las suspicacias que una propuesta darwinista para mejorar la sociedad despertará sin duda, debido al desprestigio de lo que, sobre todo desde la Segunda Guerra Mundial, se llamó darwinismo social. Wilson repasa las biografías de Darwin, Thomas Huxley, Galton, Spencer y otros intelectuales, acusados de haber inspirado a Hitler y el Holocausto, las teorías y prácticas eugenésicas y racistas, y demuestra que la acusación es injusta especialmente en el caso de Darwin, quien a pesar de ser un hombre de talante conservador, fue muy contrario a la esclavitud y creía que la cooperación tenía un papel muy importante en la evolución. Este tema de la cooperación lo trató uno de los padres del anarquismo, el príncipe ruso Kropotkin, muerto este año hace un siglo, que era zoólogo, con su libro de 1904 La ayuda mutua, en que critica las visiones de Huxley y Spencer por poner demasiado énfasis en la competencia y la lucha entre individuos, y aporta sus observaciones sobre animales en Siberia en las que es patente la existencia de la cooperación y del altruismo. La cooperación y la ayuda recíproca son prácticas comunes en las sociedades humanas y esenciales en nuestra naturaleza. Los estudios más modernos demuestran la existencia de la empatía en muchos tipos de animales, como una característica fijada por la evolución (véanse los libros del etólogo van der Waal).
La cooperación y la ayuda recíproca son prácticas comunes en las sociedades humanas y esenciales en nuestra naturaleza.
Wilson nos dice que, para entender, necesitamos observar, y que para observar necesitamos partir de una teoría. La teoría que propone para observar el mundo, entender los datos y encontrar alternativas que mejoren nuestras sociedades en la persecución del bienestar común, es la ciencia de la evolución ampliada y multi-escalar. Cree que los economistas y los políticos parten de teorías erróneas de efectos nocivos, actuando como si las organizaciones sociales fueran sólo la suma de los comportamientos individuales (como si los individuos no fueran entes sociales y como si la selección natural no actuara a la escala del fenotipo y superiores), y que la construcción de nicho de nuestra especie se basa en un sistema de percepciones e interpretaciones evolucionado durante la mayor parte de nuestra historia en pequeños grupos (este planteamiento se aleja mucho de los errores nefastos del darwinismo social).
Schopenhauer dijo que todo hombre cree que el mundo termina allí donde abarca su mirada. Hoy, en el mundo global, nuestro comportamiento, evolucionado en pequeños grupos, ya no es adaptativo en grandes sociedades y en un mundo global (en el que no pensamos), y consumimos o destruimos demasiados recursos, mucho más deprisa de lo que estos se pueden regenerar, como ocurre en el caso de los bancos de pesca (un ejemplo de tragedia de los comunes), cuando uno se agota vamos a otro más lejos y con más coste energético. Debemos mejorar nuestra adaptación y, al mismo tiempo, nuestra adaptabilidad ante la aceleración de los cambios. Debemos cuidar del entorno (no hay salud sin salud ambiental). La manera de hacerlo es ver al mundo tal como es realmente, pensar en términos evolutivos (que es una manera de unificar el conocimiento) y aplicar los modelos de éxito en las organizaciones, los que encontramos en los organismos y en algunos grupos sociales, y esto a todas las escalas, en la medicina, en la escuela, en las empresas y ONGs, en los Estados y en las organizaciones internacionales. Cree que disponemos de una caja de herramientas y de unos principios nucleares y ofrece orientaciones: se adelanta unos pasos más allá de los sermones que solemos ofrecer sin éxito desde hace décadas la mayoría de los ecólogos. No sé si lo que dice se podrá hacer, pero su mensaje es esperanzador. Cabe preguntarse porqué, si las leyes de la evolución funcionan para la cultura, los ejemplos de organización adaptativa, innovadora y pacífica son más bien escasos. Es más, la guerra y la xenofobia han sido más la norma que la excepción. El lector puede hallar algunas respuestas en el propio Wilson y en Diamond (2013). Cada sociedad evoluciona en un marco ambiental y de relación con otras extremadamente complejo y los resultados son diversísimos, pero alguna cosa positiva se puede sacar del mensaje de Wilson. Al fin y al cabo, además, en la naturaleza, como en la cultura, coexisten “soluciones” de lucha y cooperación.
This view of life: Completing the Darwinian revolution se puede comprar en pdf para leer con la aplicación kindle gratuita por unos 6 euros, en papel y tapa blanda por unos 15 y con tapa dura por unos 44. El magazine on line This view of life, que publica el Institute of Evolution bajo la dirección de Wilson, es una fuente de información importante de donde se pueden descargar otros documentos. Wilson ha escrito una novela, Atlas hugged: the autobiography of John Galt III, (hugged significa abrazado) que es una crítica del objetivismo de Ayn Rand. Esta escritora rusa huyó de su país en 1924, odiando la opresión del Estado sobre los individuos, y se estableció en Estados Unidos. Con novelas como El Manantial (llevada al cine por King Vidor -1949-, con Gary Cooper, y pasada en castellano con los títulos de El manantial y Uno contra todos) o Atlas Shrugged (La rebelión de Atlas) y con varios ensayos, logró enorme influencia. Defendía el individualismo en contra de la sociedad. La novela de Wilson, en cambio, defiende que los entes sociales son organismos y que, para que funcionen bien, deben basarse en la cooperación para alcanzar un bienestar común, y no en decisiones autoritarias de arriba a abajo, ni en la falsa idea de que la persecución despiadada del dinero por los individuos mejorará el bienestar colectivo. Personalmente, he encontrado esta lectura menos interesante que la de This view of life.
Podríamos pensar si es posible aplicar algunas ideas de Wilson a la organización de un centro de investigación como el CREAF. Sería un tema a debatir. El CREAF está formado por individuos con sus intereses personales, trabajando dentro de grupos, cada uno de los cuales se ha organizado espontáneamente y se supone que tiene un objetivo común y que compite con los otros grupos por los recursos. Además, hay una organización del conjunto del centro, el cual también tiene sus objetivos. Quizás tanto los individuos, como los grupos y el centro puedan aprender algo útil para avanzar, cooperando más que compitiendo, hacia un mismo objetivo: cada grupo se puede beneficiar si coopera con los demás para hacer del CREAF un lugar de innovación, no sólo por su producción científica sino también por su organización adaptable ante los cambios y por su capacidad de ofrecer guías hacia soluciones más sostenibles. Seguro que todos lo querríamos. Vale la pena leer This view of life. Y lo mismo recomiendo a nuestros políticos y economistas, con mucha menos esperanza de que me oigan y que, además, sigan el consejo. Cuando a Margalef un periodista le dijo que las administraciones y los políticos, le habían dado muchos premios, se encogió de hombros y dijo: Sí, pero no me han hecho caso. Ni a él ni a Darwin. Pero hay que insistir.
Referencias
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