31/07/2018 Noticia

Vivir en una isla es una decisión inteligente

Técnico/a de comunicación

Albert Naya i Díaz

Fascinado por la singularidad de nuestra Tierra, he sido recientemente viajero por necesidad, y antes aprendiz de professor de Ciencias de instituto por vocación. Y aún antes, cuatro años de
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Las especies de pájaros que viven en islas han evolucionado hacia cerebros más grandes que sus parientes del continente. Las condiciones insulares han favorecido la selección de esta característica una vez colonizada la isla para permitir afrontar mejor los cambios ambientales.

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Los melifágidos (Meliphagidae) son una de las familias de aves con más endemismos insulares. El de la foto es un ejemplar de mielero marcado (Meliphaga notata) alimentándose en Queensland, al noreste de Australia. Foto: Andrew Iwaniuk

Las islas tienen ciertas particularidades que hacen que la vida sea diferente a la del continente. Ya desde Charles Darwin y sus pinzones de las Galápagos, la comunidad científica ha considerado las islas un laboratorio natural idóneo para estudiar la evolución. Su aislamiento en medio del océano hace que los caminos que sigue la evolución sean hasta cierto punto predecibles, como por ejemplo que muchos pájaros perdieran la capacidad de volar. Ahora, un equipo internacional de científicos liderado por investigadores del CREAF Ferran Sayol y Daniel Sol han descubierto otra regla evolutiva de las islas: la tendencia de que los animales aumenten el tamaño del cerebro.

El estudio, publicado en la revista Nature Communications, analiza el tamaño del cerebro de 11.500 individuos de 1.900 especies de aves, tanto insulares como continentales. A partir de reconstruir los cambios que el cerebro ha experimentado en los últimos 60 millones de años, los autores del trabajo concluyen que las diferencias en el tamaño del cerebro son el resultado de cambios evolutivos que se produjeron después de la colonización de las islas. "Con nuestro estudio sugerimos que la razón por la que las especies isleñas tienen cerebros más grandes que sus parientes continentales es que un cerebro grande les permitiría afrontar mejor unas condiciones ambientales más inestables", explica Sayol.

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Una hembra de petroica carbonera (Petroica macrocephala) posada sobre una rama en la isla Sur de Nueva Zelanda. La segunda parte de su nombre científico, “macrocephalia”, literalmente significa ‘cabeza grande’, en referencia al gran tamaño del cráneo comparado con otros miembros del mismo género. Foto: Jon Sullivan

Las islas tienen unas condiciones ambientales que, de un año a otro, pueden cambiar mucho. Pero a diferencia de lo que ocurre en los continentes, los animales no pueden irse a un lugar mejor cuando las condiciones se deterioran. Por lo tanto, una solución es desarrollar un cerebro grande que permita generar nuevos comportamientos y buscar nuevas fuentes de alimento. Por ejemplo, el cuervo de Nueva Caledonia (un archipiélago de Oceanía) fabrica herramientas en forma de palitos para extraer insectos de las cavidades de los árboles.

"Un cerebro grande es energéticamente costoso y requiere mucho tiempo de desarrollo, pero ofrece grandes recompensas, y los humanos somos un gran ejemplo: el tamaño extraordinariamente grande de nuestro cerebro nos ha permitido colonizar casi todas las regiones de la Tierra", concluye el director del estudio e investigador del CSIC en el CREAF, Daniel Sol.

 

ARTÍCULO

Sayol F., Downing P.A., Iwaniuk A.N., Maspons J., Sol D. (2018). Predictible evolution towards larger brains in birds colonizing oceanic islands. Nature Communications. http://dx.doi.org/10.1038/s41467-018-05280-8

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