19/02/2025 Noticia

Agricultura y naturaleza: una historia de mutualismo

Responsable de comunicación social

Verónica Couto Antelo

Técnica de Comunicación del CREAF desde 2016. Apasionada del mundo natural y su divulgación. Bióloga (UB), máster en comunicación científica (BSM-UPF) y estudiante Humanidades (UOC).

En ambientes mediterráneos, en un contexto de cambio climático y en un territorio altamente antropizado, como el nuestro, la naturaleza y la agricultura se necesitan mutuamente; tienen una relación similar al mutualismo entre dos especies, cuando dos organismos se asocian porque reciben beneficios el uno del otro y viceversa. La naturaleza aporta la tierra, el aire y la vida necesarios para el cultivo, mientras que la agricultura permite que el paisaje sea diverso, que no haya demasiada continuidad forestal para prevenir grandes incendios y que se mantengan espacios abiertos. Estas zonas son clave para la protección de la biodiversidad, ya que son el hábitat de especies típicas de ambientes agrícolas, como las aves esteparias y las abejas silvestres. Aunque esta base es evidente, a menudo surgen dudas sobre este tipo de mutualismo, y algunas personas se preguntan si es posible que la agricultura perdure al mismo tiempo que protegemos la fauna y flora que nos rodea. Analicémoslo más a fondo y descubramos que la agricultura y la naturaleza no son conceptos opuestos. 

Naturaleza agrícola

La agricultura es un sector esencial para la conservación de la naturaleza. Esta premisa puede parecer contradictoria, pero tiene todo el sentido en un territorio alterado como el de Cataluña, donde los bosques no han dejado de expandirse en los últimos 100 años y donde la pérdida de biodiversidad está siendo imparable. En primer lugar, promover un modelo agrícola sostenible nos permitiría mantener un paisaje equilibrado entre bosques y espacios abiertos, como los campos de cultivo. Crear este mosaico es esencial en nuestro país, porque rompe la continuidad forestal y nos protege de los grandes incendios, un desafío ligado a la expansión de los bosques. Por ejemplo, los datos preliminares de un estudio que estamos liderando en el CREAF muestran que es necesario recuperar 17.000 hectáreas de cultivos para proteger la región metropolitana de Barcelona del fuego. En esta zona, los nuevos bosques son jóvenes y vulnerables a episodios de sequía y olas de calor provocadas por el cambio climático. Por ello, estudios como los del proyecto WildE apuestan por sustituirlos por un paisaje diferente, como es el caso del agrícola. Además, la agricultura aporta heterogeneidad al paisaje con los importantes espacios abiertos, unos hábitats en declive que han puesto al límite a muchas especies, como las aves esteparias y los insectos. Concretamente, los datos del último informe LPI indican que ya hemos perdido el 40% de las poblaciones de especies de ambientes agrícolas.

Imatge drone incendi conreus - Lluis Brotons

El mosaico es esencial en nuestro país porque rompe la continuidad forestal y nos protege de los grandes incendios, un desafío ligado a la expansión de los bosques. Imagen: Lluís Brotons

En segundo lugar, no podemos olvidar que una agricultura de proximidad y de producción sostenible es clave para reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Por un lado, porque nos ahorramos el coste y las emisiones del transporte si debemos importar los productos desde el extranjero. Por otro, porque una agricultura basada en criterios regenerativos será capaz de revitalizar el suelo y fijar más carbono en forma de materia orgánica. Además, también ayudará a mitigar los impactos que el cambio climático puede tener sobre la salud humana y los ecosistemas. De hecho, el proyecto Life Polyfarming, coordinado por el CREAF, ya demostró que la huerta regenerativa absorbe hasta 30 veces más carbono que la convencional. A esto se suma que la producción y el consumo de proximidad son herramientas cruciales para la soberanía alimentaria

Tierra y agua

En el otro lado del mutualismo, encontramos que la naturaleza y su capacidad de proteger y proveer son pilares fundamentales para que la agricultura persista en el tiempo.

En primer lugar, debemos considerar que los cultivos crecen sobre el suelo, el cual necesita estar en buen estado para ser productivo. Esto implica que debemos tratarlo como lo que es: un ecosistema vivo, lleno de organismos que ayudan a las plantas facilitando nutrientes o reduciendo la incidencia de plagas y enfermedades. Por ejemplo, algunos microorganismos del suelo, libres o en simbiosis con las raíces de leguminosas, suministran nitrógeno a las plantas de una manera asimilable para ellas, a partir del nitrógeno presente en el aire. Esto es esencial para plantas como las judías, los garbanzos o los guisantes. Así pues, si no implementamos medidas para limitar el uso de pesticidas y fertilizantes minerales en la agricultura, o si no formamos al sector agrícola en alternativas científicas capaces de regenerar el suelo y potenciar los microorganismos, estos desaparecerán. Sin vida en el suelo, dependeremos cada vez más de los fertilizantes artificiales, lo que puede generar un desperdicio colosal de estos productos, con pérdidas de nitrógeno de hasta el 80%, según una investigación reciente, y un coste adicional para los agricultores.

Sin vida en el suelo, seremos cada vez más dependientes de los fertilizantes. Diseño: FAO 2020

Otro punto importante es que el uso descontrolado de pesticidas y fertilizantes provoca que estos se filtren a los acuíferos con el tiempo. Estas aguas subterráneas son las que abastecen nuestros hogares, riegan los cultivos y alimentan las fuentes del país. Además, actúan como salvavidas en periodos de sequía, ya que retienen agua a largo plazo. Si los contaminamos, agotamos una fuente vital, y revertir este proceso es casi imposible, según explican los investigadores del CREAF. Cuando los nitratos de los fertilizantes llegan al acuífero, es muy difícil solucionarlo porque el acceso físico es complicado y las aguas subterráneas tienen dinámicas lentas, tardando muchos años en recuperarse. Un caso alarmante ya se está dando en Doñana, donde la explotación agrícola intensiva ha causado graves problemas en los humedales. Obviamente, sin agua abundante y de calidad, el impacto no solo afecta a los agricultores, sino que nos perjudica a todos. 

Clima y cultivos

Otro punto crucial es que el cambio climático nos afecta a todos. La agricultura y la ganadería están estrechamente ligadas a los ciclos naturales –la floración, el deshielo, las horas de luz, etc.– y a la temperatura del entorno, por lo que son muy vulnerables a las alteraciones provocadas por el calentamiento global. Según datos del Servicio Meteorológico Catalán, la producción de algunos árboles frutales se está adelantando o retrasando debido a inviernos más cálidos. Algunos florecen fuera de tiempo y pierden la energía para producir en primavera, mientras que heladas tardías arruinan cosechas enteras. Por ejemplo, indican que el peral florece 37 días antes, el olivo 19 días antes y los frutos del albaricoquero se forman 28 días antes que hace unos años. 

Por otro lado, la producción agrícola convencional está disminuyendo a nivel global debido al calentamiento y los cambios en la naturaleza. Esto obliga a replantear el modelo agrícola para hacerlo más viable en este nuevo escenario. Proyectos como ECOFARMERS han demostrado que las prácticas agrícolas alejadas de la producción intensiva aumentan la retención de agua en el suelo y reducen la temperatura global. 

Sòl convencional - Galdric Mossoll

Muestra de un suelo en el que se aplican metodologías convencionales. Imagen: Galdric Mossoll

Sòl regeneratiu - Galdric Mossoll

Muestra de un suelo en el que se aplican metodologías regenerativas. Imagen: Galdric Mossoll

Un futuro mutualista

Para mantener este mutualismo tan afinado, hay que trabajar los modelos que fomentamos una agricultura amable con la natura y una natura que abraza la agricultura. Estos nuevos modelos empezamos a aflorar y a crecer en casa nuestra, y desde el CREAF creemos plenamente que Cataluña tendrá que transitar de una agricultura y ganadería de producción intensiva, con monocultivos o grandes granjas, a nuevos modelos regenerativos inspirados en los procesos naturales. Evidentemente, no se podrá dar un cambio radical a corto plazo, pero hay varias acciones, medidas y modelos que ya se están implementando progresivamente y evidencian que no se trata de un cambio utópico.

Para hacerlo posible, desde el CREAF compartimos una propuesta que están teniendo resultados muy positivos por ambas bandas, pero existen muchas más. Es la agricultura regenerativa, un modelo que permite mantener el suelo sano y vivo. Este tipo de agricultura y ganadería prioriza que el suelo se mantenga sano con técnicas agrícolas que no rompen la estructura ni lo contaminan. Es por eso que, entre otras cosas, se elimina la labrada y se evita el uso de fertilizantes y pesticidas. Esta decisión no solo mejora la vida del suelo, sino que también reduce los costes de producción de la verdura y fruta que se cultiva, porque se se eliminan los costes en pesticidas y fertilizantes químicos y potencialmente aumenta la producción en el escenario de cambio climático. Además, también se observa un aumento del valor económico de los productos, por la apreciación de los consumidores y consumidoras y/o porque se reduce el número de intermediarios. Según los datos que se obtuvieron a la finca Planeses de La Garrotxa, a través del proyecto europeo Life Polyfarming, la huerta regenerativa retiene un 30% más de agua y conserva más carbono en el suelo. Al CREAF también tenemos en marcha el proyecto Regenera, donde participan cuatro fincas que implementan este modelo desde hace unos años. Evidentemente, en esta transición hacia el modelo regenerativo es fundamental contar con el apoyo económico de la Administración durante los primeros años, puesto que la regeneración de los suelo implica un periodo de adaptación antes de acontecer completamente productivo sin inputs externos.

En definitiva, igual que el mutualismo se basa en especies que cooperan, con la natura y la agricultura no se trata de ir una en contra del otro, sino de reconocer que nos necesitamos, pero con una conciencia ambiental firme para remar juntos en la misma dirección. El cambio climático apreta y hay que trabajar plegados para adaptarse antes no sea demasiado tarde. Es el momento de explorar otras maneras de producir, de buscar vías alternativas que no sean la producción intensiva y perjudicial por la natura, porque saldremos ganando todas.

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