Hace un siglo
Vamos a 1916. El mundo se encuentra en plena Primera Guerra Mundial (Verdún, Somme). Alemania busca su ‘lebensraum’, el imperio que Inglaterra o Francia ya tienen. La Gran Guerra hoy la reconstruimos en las imágenes sobrecogedoras de Kubrick en Paths of glory; de Monicelli en La Gran Guerra; de Losey en King and country; de Renoir en La grande illusion y de tantos otros filmes.
En La vie et rien d’autre, de Tavernier, se dice (si la memoria no me falla) que si los muertos hubieran participado en el desfile el día de la victoria en París, habrían estado pasando durante once días. Esta guerra, que involucró más de 70 países y causó unos 10 millones de muertos, 20 millones de heridos y 10 millones de refugiados, es la “preferida” sarcásticamente por Brassens, por la falta de motivaciones evidentes y por las terribles tácticas que se emplearon (guerra de trincheras, uso de gases letales, aviación, tanques...). De ella derivaron otros conflictos: el mismo 1916, las guerras de independencia de Irlanda contra Inglaterra (Easter Raising) y de los árabes contra el imperio otomano, en 1917 la revolución rusa…, y el final de la Gran Guerra puso las bases de la aparición de los fascismos y de la Segunda Guerra Mundial.
La respuesta europea y de los candidatos norteamericanos ante el tema de los refugiados e inmigrantes demuestra que, por ahora, esta agilidad social y institucional no existe.
Desde el punto de vista cultural, 1916 es un año relevante: Einstein publica su Teoría general de la relatividad; Freud la Introducción al psicoanálisis; Kafka La Metamorfosis; se estrena Intolerance de Griffith... y se diseña la botella de la Coca-Cola. Enrique Granados muere al ser torpedeado el Sussex en el canal de la Mancha. Odón de Buen dirige el nuevo Instituto Español de Oceanografía. En Catalunya, se inaugura el Museo Darder de Banyoles y se fundan el Club Natación Sabadell y el Aeroclub de Cataluña. 1916 es el primer año de hostilidad entre Barça y Madrid: los jugadores del Barça se retiran del partido final de desempate del Campeonato de España porque consideran que el árbitro pita a favor del rival. Es también el año del primer vuelo Barcelona-Mallorca (lo hace un avión monoplaza).
Es un año significativo para los naturalistas catalanes. Se pone en marcha la Junta de Ciencias Naturales, iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación. La Junta crea, el año siguiente, el Museo de Cataluña de Ciencias Naturales sobre la base de instituciones y edificios preexistentes (umbráculo, invernadero, acuario, parque Zoológico, Museo Martorell, creado en 1882). La Junta tiene un plan de actuaciones ambicioso y obtiene la cesión de la primera planta de la antigua cafetería-restaurante de la exposición de 1888 (el Castell dels tres dragons, actual museo de Zoología) que recibe el nombre de Museo de Cataluña (más información en este artículo de Laura Valls Plana de 2010). El precursor de la ecología en España, el geógrafo Emilio Huguet del Villar, en 1916 se instala en Madrid, pero sus trabajos más significativos sobre el medio y la vegetación no aparecen hasta después de 1920. Nuestro primer ecólogo, Margalef, tardaría aún tres años en nacer.
1916 es un año importante en ecología sobre todo por dos hechos. Uno es la publicación del libro Plant succession, de Frederic Clements, que establece un paradigma para la ecología de comunidades que no será realmente cuestionado hasta la publicación por Henry A. Gleason, en 1926, de The individualistic concept of the plant association (Bull. of the Torrey Botanical Club 53: 7-26). El segundo hecho es la primera reunión anual de la Ecological Society of America (ESA) con el nombramiento como presidente de Victor E. Shelford, que había relacionado las comunidades de escarabajos con la sucesión vegetal en dunas. La ESA tuvo un centenar de socios fundadores, pero hoy tiene 10.000, habiendo hecho un recorrido de una gran importancia para la historia de la ecología.
1916 es un año relevante: Einstein publica su Teoría general de la relatividad; Freud la Introducción al psicoanálisis; Kafka La Metamorfosis...
El mundo de 1916 era bien distinto. La población humana era de unos 1.800 millones de personas, ahora es de 7.500 millones. No existían televisores, ni ordenadores, ni móviles, ni energía y bombas nucleares, era poco lo que se sabía de ecología y no se hablaba de cambios climáticos causados por los humanos. Pero la ambición de algunos ya era tan global como la miseria de la mayoría. Y esto, por desgracia, no ha cambiado.
Hoy tenemos muchos más conocimientos ecológicos en el mundo, en España y en Cataluña, pero la expansión de la humanidad y sus artefactos, y los efectos sobre el medio, se han acelerado enormemente. El gran reto es que no sólo el conocimiento y la tecnología, sino también nuestra capacidad para adaptar comportamientos, construir instituciones de regulación y facilitar la participación informada de los pueblos se desarrollen también con celeridad ante los nuevos riesgos. La respuesta europea y de los candidatos norteamericanos ante el tema de los refugiados e inmigrantes demuestra que, por ahora, esta agilidad social e institucional no existe, pero no hay que perder la esperanza en la capacidad de aprendizaje que nos caracteriza y entonces habrá una salida. Amén.