“Hay especies desconocidas que las tenemos en la puerta (árbol) de al lado”
Raúl Bonal (Madrid, 1974) es investigador de la Universidad de Extremadura y está asociado al CREAF desde 2009. En el mundo occidental es ya bastante raro lo que Raúl ha conseguido: publicar un artículo donde se describe por primera vez una nueva especie, en este caso de araña, bautizada como Cheiracanthium ilicis, o araña de las encinas. Y puede que no sea la última.
¿Por qué este nombre?
La araña pertenece al género ‘Cheiracanthium’, por lo tanto éste nosotros no podemos decidirlo. Y como nombre de especie pusimos ‘ilicis’, ya que es la palabra que hace referencia a la encina (Quercus ilex), árbol en el que siempre la encontramos. Así a partir del nombre científico, podríamos llamar a esta especie la ‘araña de las encinas’.
"Dado el desconocimiento de artrópodos que hay en la Cuenca Mediterránea no descarto descubrir alguna más"
¿Dónde vive exactamente este arácnido?
Aunque creemos que puede encontrarse en otros puntos de la Península Ibérica y en países de la Cuenca Mediterránea, por ahora, la hemos localizado en las provincias de Toledo, Ciudad Real y Cáceres, siempre en encinas aisladas de las dehesas. Éste es un paisaje muy típico del centro y la mitad occidental de España. Son campos de secano con árboles aislados, sobre todo encinas que los bordean o quedan aisladas en medio del cereal, testimonios de los antiguos bosques que una vez cubrieron la Península Ibérica y que se han ido despejando desde hace siglos.
¿Qué características destacarías de ella?
Se trata de una especie de araña de hábitos nocturnos, durante el día la vimos esconderse en pequeños huecos como las caperuzas de las bellotas, que cubrían con seda para hacer un refugio. Por la noche sale a cazar y persigue activamente a sus presas; es un carnívoro bastante generalista, ya que se alimenta de todo tipo de pequeños organismos como orugas, minadores de hojas, etc. Todas las fases del ciclo vital se desarrollan en los árboles, y la fase adulta dura muy poco tiempo, normalmente un par de meses entre mayo y julio. Y aunque es pequeña, mide alrededor de un centímetro, destacan sus quelíceros —las piezas bucales con las que inyectan el veneno—, que son proporcionalmente grandes en comparación con otras especies de su género.
¿Es la primera especie que descubres?
Sí, aunque dado el desconocimiento de artrópodos que hay en la Cuenca Mediterránea no descarto descubrir alguna más.
"Lo peor de ser investigador es la inestabilidad laboral, que hace que uno no pueda planear su vida profesional y personal con un mínimo de continuidad temporal"
¿Hay aún muchas especies por descubrir aquí?
Creo que sí. Los ecosistemas mediterráneos tienen un gran potencial para nuevos descubrimientos. Son más diversos y están menos estudiados que los del norte de Europa. Hay especies desconocidas que las tenemos en la puerta (árbol) de al lado.
Más razón aún para conservar paisajes rurales como estos.
Sí, claro. Desde un punto de vista de la conservación habría que poner más interés en preservar los árboles aislados en paisajes agrícolas; no sólo son un refugio para los organismos forestales comunes, sino también para nuevas especies aún por descubrir.
¿Es un proceso muy laborioso descubrir y declarar una especie?
Hacía dos años que sabíamos que teníamos una nueva especie entre manos, sin embargo, la descripción, aunque laboriosa, no ha llevado tanto tiempo. Empezamos comprobando que los órganos de cópula de machos y hembras eran distintos a los de otras especies cercanas, y el análisis genético lo acabó de confirmar. Una vez seguros, escribimos el artículo científico, que fue evaluado y publicado en la revista internacional Zookeys, y que supuso la aceptación de Cheiracanthium ilicis como nueva especie para la comunidad científica.
Y cuéntanos, ¿cómo encontrasteis a la araña de las encinas?
Fue a partir de los muestreos de un estudio más amplio. Queríamos con ese proyecto demostrar la importancia para la conservación de la biodiversidad de las encinas aisladas en medio o en los bordes de los cultivos… ¡pero no pensábamos encontrar nuevas especies!
"Los ecosistemas mediterráneos tienen un gran potencial para nuevos descubrimientos. Son más diversos y están menos estudiados que los del norte de Europa"
¿Qué se siente al descubrir una nueva especie? Porque debe de ser un hito importante para un investigador.
Es una sensación extraña, porque al principio crees que eres la primera persona que ve esa especie. Sin embargo luego pensé que, al haber aparecido en un medio altamente humanizado, es posible que alguien la hubiese visto antes pero no supiese que era una especie distinta. En cualquier caso, hemos sido nosotros los que la hemos sacado del anonimato, y es una gran satisfacción saber que estás aumentando el conocimiento sobre la biodiversidad, en gran parte aún desconocida.
Supongo que un descubrimiento así puede explicar por qué se quiere ser investigador…
Sí, desde pequeño siempre he tenido interés por observar y averiguar el porqué de las cosas en general y, en particular, una fascinación por todo aquello que estuviese vivo.
"Afortunadamente he podido viajar mucho por el mundo gracias a este trabajo… ¡yendo allá donde había Quercus!"
¿Cuál es tu campo de investigación habitual?
Mi principal línea son las interacciones entre plantas y animales. Especialmente entre especies del género Quercus, como encinas y robles, con herbívoros, depredadores y dispersantes de sus bellotas, sobre todo los coleópteros del género Curculio, los gorgojos. También, tras mi periodo posdoctoral en el grupo de Sistemática Molecular del Museo de Historia Natural de Londres, incorporé el uso de las técnicas moleculares a mis estudios. Y desde 2008 combino mi línea principal con incursiones puntuales en otros campos como la genética forestal.
¿Y qué es lo mejor y lo peor de tu trabajo?
Lo mejor es que no hay monotonía, que siempre hay nuevos retos por abordar y cosas nuevas que aprender; puedo hacer lo que siempre me ha gustado. Lo peor es la inestabilidad laboral, que hace que uno no pueda planear su vida profesional y personal con un mínimo de continuidad temporal.
¿Hay alguna zona del mundo que te gustaría especialmente explorar y estudiar?
Afortunadamente he podido viajar mucho por el mundo gracias a este trabajo… ¡yendo allá donde había Quercus! En esta línea probablemente me gustaría visitar los bosques de la provincia de Yunnan, en China, uno de las zonas de mayor biodiversidad de robles del mundo. Aunque, dejando a un lado estas especies, el sitio emblemático al que más me gustaría viajar serían las Islas Galápagos.
"Desde pequeño siempre he tenido interés por observar y averiguar el porqué de las cosas en general y, en particular, una fascinación por todo aquello que estuviese vivo"
Aterrizando de nuevo aquí, ¿dónde desarrollas principalmente tu labor científica?
Soy investigador de la Universidad de Extremadura, y trabajo en la Escuela de Ingeniería Forestal y del Medio Natural, ubicada en Plasencia. Recientemente varios grupos de investigación de esta Universidad nos hemos integrado en un instituto universitario de investigación de nueva creación llamado INDEHESA, que se dedica a la investigación en la dehesa y otros sistema silvopastorales de especial interés de conservación.
Y aunque desde la distancia, también estás vinculado al CREAF. ¿Cómo llegaste aquí?
Lo hice a través de la colaboración con Josep Maria Espelta, que tiene una línea de investigación que coincide con la mía en varios temas. Desde 2006 colaboro con varios investigadores del centro y soy investigador asociado del CREAF desde el 2009.
ARTÍCULO DE REFERENCIA:
Morano, E., Bonal, R. (2016). Cheiracanthium ilicis sp. n. (Araneae, Eutichuridae), a novel spider species associated with Holm Oaks (Quercus ilex). Zookeys 601: 21-39. DOI: 10.3897/zookeys.601.8241