Hacer las ciudades más resilientes ante los fenómenos climáticos extremos es un reto complejo y no hay una única respuesta, pero seguro que hay que integrar la naturaleza; hacerlo con base científica puede ayudar mucho.
Jardines de lluvia y otras propuestas para adaptar las ciudades a las inundaciones y reconstruir las afectadas
Las consecuencias devastadoras de la DANA, que ha afectado especialmente a Valencia, ponen de manifiesto cómo de importante es repensar las ciudades para adaptarlas a las futuras lluvias torrenciales. Hablamos con nuestra investigadora Mariona Ferrandiz, también profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y co-creadora del proyecto Replantegem, y Annelies Broekman, investigadora del CREAF y experta en agua y cambio global, que insisten en el uso de soluciones basadas en la naturaleza, como son los jardines de lluvia y evitar el hormigón para minimizar futuros impactos en zonas urbanas. Así mismo, proponen algunos criterios que se tienen que tener en cuenta ahora que se está empezando con la reconstrucción de las localidades afectadas y los alrededores.
“Hacer las ciudades más resilientes ante los fenómenos climáticos extremos es un reto complejo y no hay una única respuesta, pero seguro que hay que integrar la naturaleza; hacerlo con base científica puede ayudar mucho”, explica Ferrandiz. Más allá de las zonas urbanas, también se tiene que analizar con perspectiva todo el conjunto de la cuenca, “ya que una riera puede inundar una población que se localiza a muchos kilómetros de distancia y, por lo tanto, también es importante aplicar medidas a escala de paisaje”, añade Broekman.
Río con bosque de ribera. Imagen de dominio público
Menos cemento, más verde y más drenaje
Menos cemento, más verde y más drenaje
Una de las medidas para adaptar las urbes pasa por crear más espacios verdes en la ciudad, como por ejemplo en los parques, jardines o bosques urbanos. El motivo es que el suelo de las zonas verdes es poroso y actúa como una esponja capaz de absorber el agua cuando llueve; también las raíces de árboles y arbustos ayudan a retenerla. En cambio, el cemento es impermeable y, por lo tanto, no retiene el agua cuando llueve, que se acumula y circula mucho más rápido. Según Ferrandiz, “cuanto más infraestructura verde haya, más se minimiza el riesgo que se inunden calles y edificios”. En cuanto a la elección de especies para plantar se tienen que priorizar árboles y plantas que estén adaptadas a las condiciones locales y que tengan más resistencia a las condiciones climáticas extremas.
Otra acción que hay que tener presente es implementar sistemas de drenaje sostenible (SUDs). Por ejemplo, hay pavimentos que imitan al “suelo natural” y son permeables. También se pueden construir adoquines intercalados con vegetación o bloques de hormigón con espacios que ayuden a reducir el volumen de agua. Otro ejemplo enfocado al agua son los ‘jardines de lluvia’, construcciones en medio de la ciudad que tienen una ligera depresión donde se planta vegetación y se llenan de agua cuando llueve; estos jardines se componen de especies de plantas resistentes tanto a la sequía como el exceso de agua. Otro caso de SUDs son las zonas húmedas urbanas, áreas inundadas de forma controlada donde se utilizan plantas acuáticas para filtrar el agua de la escorrentía cuando llueve, plantar vegetación en los márgenes de las calles o promover los techos verdes para canalizar y filtrar la lluvia.
En las orillas de los ríos que circulan por dentro de la ciudad, es necesario plantar árboles que puedan hacer raíces profundas y que sean estables cuando existen elevados caudales de agua. Una buena opción son las especies propias del bosque de ribera, como el chopo, el avellano o el saúco.
En cuanto a las zonas junto a los ríos que circulan por dentro de la ciudad, es necesario plantar árboles que puedan hacer raíces profundas y que sean estables cuando hay un elevado caudal de agua. En este caso, una buena opción son las especies propias del bosque de ribera, como por ejemplo el chopo, el avellano o el saúco. También es recomendable plantar vegetación allí donde puede haber riesgo de desprendimientos de tierra, puesto que con sus raíces ayudan a compactar el suelo y evitar que se erosione.
Respecto a las áreas costeras, también se tienen que recuperar las dunas y plantar vegetación autóctona que las ayuden a consolidarse, “de este modo, si hay un temporal podrá infiltrar el agua y hará de barrera natural de contención”, explica Broekman. Un caso de éxito lo ha puesto en marcha Malgrat de Mar, que en 2001 empezó a revegetar con psamófilas en la playa de la Cuenca y plantea un proceso gradual de renaturalización de los tramos de paseo marítimo, repetidamente afectados por los temporales.
Una cuenca viva
Una cuenca viva
Además de estas propuestas, más enfocadas a las ciudades, también se tiene que analizar el conjunto de la cuenca hidrográfica y apostar por renaturalizarla con criterios de adaptación a la crisis climática, que pueden mitigar la inundación y reducir el riesgo de que el agua llegue a las poblaciones. Por ejemplo, algunas de las soluciones incluyen mejorar el estado de los bosques de ribera, que viven al lado de los ríos; crear espacios de laminación de avenidas - zonas inundables junto al río-, para que el agua se desvíe hacia aquí si hay una lluvia torrencial; respetar antiguos barrancos y no impermeabilizarlos; restaurar los deltas y zonas húmedas y también hacer una gestión de bosques adaptativa, “para cumplen su función de regulación hídrica”. También hay que evaluar a qué actividades se destina el suelo - agricultura, turismo, urbanismo o industria- y apostar por modelos más adaptativos, como por ejemplo la agricultura regenerativa, que recupera la salud del suelo y por tanto su capacidad de retener agua. En definitiva, “evitar inundaciones va más allá de gestionar el agua, se tiene que gestionar también el uso del suelo”, alerta Broekman.
Restaurar riachuelos y ríos también es importante para frenar crecidas y posibles desbordamientos. En este caso, siempre teniendo en cuenta que se tiene que evitar al máximo la canalización y diques de contención, “que además, dan una falsa sensación de seguridad y, cuando hay inundación, el agua se estanca y no puede volver al río”, explica Broekman. En cambio, se tiene que mantener un río vivo y dinámico, que pueda crear meandros –curvas en el curso del río– que hacen que el agua tenga que recorrer una distancia más larga y zigzagueando, lo cual disminuye su velocidad, permite que el espacio se vaya desaguando progresivamente y evita que se concentre demasiada agua en una misma zona. “Además, también se tiene que favorecer la biodiversidad, puesto que la vegetación también actúa como una esponja que absorbe el agua, ayuda a mantener el suelo compacto gracias a sus raíces y retiene sedimentos”, puntualiza Ferrandiz.
Otro punto crítico es paralizar y revisar nuevos proyectos de infraestructuras que estén cerca de zonas inundables, como las zonas cercanas a la costa o los ríos, porque a pesar de que se puedan tomar medidas para minimizar los desbordamientos, no se puede suprimir el riesgo.
Canal del Río Turia después de la DANA en Valencia. Imagen de dominio público
Reconstruir con criterio
Reconstruir con criterio
Empezar a reconstruir las zonas afectadas es un reto, pero hay que hacerlo pensando en la adaptación, porque estos temporales en estas zonas serán cada vez más frecuentes y virulentos. Se tiene que hacer con una nueva mirada y siempre se tiene que acompañar con criterio científico. “El primer paso es no caer en los mismos errores, poniéndose a reconstruir las cosas tal como estaban antes de la riada. También es necesario cambiar los protocolos de reconstrucción, puesto que las ayudas para reconstruir se tienen que usar en pocos meses y se puede caer en una reconstrucción rápida que repita los patrones que ya han dado lugar a los efectos devastadores de la DANA. Por este motivo, las expertas recomiendan tener tiempos para evaluar si las construcciones que se han destruido continúan siendo necesarios o no, por si se puede naturalizar algún espacio, también para poder estudiar el impacto ambiental de las nuevas construcciones y su resiliencia, sobre todo desde la mirada de la adaptación, “ya que pueden ser zonas donde se vuelvan a vivir inundaciones en un futuro”, advierte Broekman. Ambas expertas coinciden en que otra pieza fundamental es trabajar y escuchar a la comunidad para diseñar estos nuevos espacios, por un lado, para aumentar la conciencia sobre los beneficios de las soluciones basadas en la naturaleza y, por la otra, para tener en cuenta sus necesidades.
En este sentido, siempre es positivo inspirarse en lugares y proyectos donde ya se están implementando soluciones de las que podemos aprender. Por ejemplo, en Sant Boi del Llobregat (Catalunya) se está co-diseñando algún espacio que está pensado para la retención de agua a través de la iniciativa Sant Boi Respira + Verd, con la participación del CREAF. Así mismo, el proyecto europeo CARDIMED, donde el CREAF es socio, está investigando para prevenir inundaciones en la ciudad italiana de Catania, que tiene un doble reto: aprovechar el agua en épocas de sequía extrema y también evitar inundaciones por lluvias torrenciales cada vez más frecuentes. “Allí se está construyendo un jardín de lluvia que ayuda a absorber el agua cuando llueve y, a la vez, llenar los acuíferos”, explica Ferrandiz. Más allá de este proyecto, la ciudad de Róterdam en Países Bajos también ha empezado a rediseñar la ciudad y hacerla a prueba de inundaciones.
“Tenemos que apostar por hacer paisajes más resilientes, transformar el territorio y minimizar el riesgo. Para hacerlo la naturaleza es clave”, finalizan.