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“Las sequías se gestionan cuando no hay emergencia”

Responsable de rrss y nuevos formatos

Verónica Couto Antelo

Apasionada por la ciencia, la divulgación sobre cambio climático y global y el análisis de los movimientos sociales y de justicia climática. De formación bióloga con mención en biodiversidad (UB
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Más de 200 municipios de Catalunya han llegado al peor escenario de la escalera hídrica del país: la emergencia. Sin embargo, se habla mucho de las restricciones y muy poco del trasfondo que nos ha llevado a esta situación y de la transición hidrológica que necesitamos hacer como sociedad. ¿Hacia dónde debemos ir? ¿Cómo planificar la lucha “contra” las sequías? ¿Y por qué los caudales ecológicos parecen (inexplicablemente) la hermana pequeña en estas decisiones? Hablamos con nuestra ecóloga Annelies Broekman y la socióloga del IEASA-CSIC Regina Lafuente sobre la importancia de mantener los ríos vivos todo el año, con suficientes caudales, y el poder de decisión que debemos tener toda la ciudadanía sobre el agua. 

“Las sequías deben gestionarse cuando no hay emergencia. Sufrimos una sobreexplotación crónica de los recursos hídricos constante, así que cuando entramos en sequía somos más vulnerables que si hiciéramos los deberes en época de normalidad.” 

Durante la etapa escolar suelen enseñarnos que el agua es un recurso renovable e inagotable. Lo que no nos cuentan es que, en el mundo real, esto es una verdad a medias, porque los humanos contaminamos parte de esta agua -y, por tanto, la inutilizamos- y porque la oferta de agua cada vez será más baja según las previsiones de cambio climático. Podemos llegar a tener un 30% menos. Por tanto, estamos en un escenario en el que tendremos que dejar de pensar en el agua como un recurso infinito y debemos empezar a establecer las pautas sobre cómo repartirla. El primer paso es planificar con previsión y tiempo, según explica Broekman: “las sequías deben gestionarse cuando no hay emergencia. Sufrimos una sobreexplotación crónica de los recursos hídricos constante, así que cuando entramos en sequía somos más vulnerables que si hiciéramos los deberes en época de normalidad.” 

Comparativa del cabal de l'embassament de Sau del febrer de 2020 (post temporal Glòria) amb gener del 2024. S'hi pot observar la greu disminució de l'aigua. Imatge del satèl·lit Sentinell 2L2A - Copernicus.

En segundo lugar, la gestión de la sequía requiere un plan que analice desinteresadamente los usos que podemos dar al agua —el doméstico, industrial, turístico, agricultura, etc.— y priorice cuáles son esenciales para la sociedad. “En general, las políticas de gestión de la sequía inciden con mayor fuerza el sector agrícola y de forma más tímida los intereses industriales; esto debe cambiar”, advierte Broekman. Si bien es cierto que la agricultura es uno de los consumidores más altos del agua, también hay que remarcar que es la agricultura intensiva la que se lleva gran parte de este porcentaje. Por eso, los planes de gestión deberían plantear medidas y/o ayudas para aquel campesinado que desarrolla una agricultura pensada para la soberanía alimentaria del país y menos consumidora del agua, como puede ser la agricultura regenerativa – que retiene hasta un 20% más el agua en parcelas experimentales

Aplicar más tecnologías o riego gota a gota no será siempre una solución a largo plazo; en cambio, pensar en una gestión que nos permita aumentar los caudales de los ríos de una cuenca sí puede ayudarnos a adaptarnos.

Por último, debemos evitar caer en el tecno-optimismo excesivo y mirarnos la situación desde una perspectiva de toda la cuenca hidrográfica. Aplicar más tecnologías o riego gota a gota no será siempre una solución a largo plazo; en cambio, pensar en una gestión que nos permita aumentar los caudales de los ríos de una cuenca sí puede ayudarnos a adaptarnos. Por ejemplo, el proyecto de investigación de la media montaña Life MIDMACC ha estudiado diversas cuencas hidrográficas como la del río Anyet, el río Leza y el Valle de Aísa y los resultados indican que las estrategias que combinan gestión forestal, recuperación de pastos y cultivo de viñedo pueden aumentar, en determinados casos, el caudal de los ríos hasta un 18%. Se llama 'gestión adaptativa'. 

Manual MIDMACC.

¿Qué son los caudales ecológicos?

El régimen de los caudales ecológicos intenta mantener los ríos en funcionamiento. El problema es que solo el 36% de los ríos tienen sus caudales ecológicos implantados (en las cuencas internas).

Si hablamos de los ríos, una de las restricciones que sale reiteradamente a debate es si debemos rebajar sus caudales ecológicos. Para entender la situación, hay que ver que cada río tiene su funcionamiento, determinado por el caudal que lleva, el entorno que le rodea, su geología y morfología, los usos que le damos al agua... El régimen de los caudales ecológicos o ambientales intenta mantener este funcionamiento, y los indicadores marcan la Directiva Marco del Agua. Algunos caudales ecológicos pueden ser cero, como por ejemplo en rieras y en balsas temporales, porque de forma natural ya se secan. Otros, en cambio, necesitarán tener un mayor caudal; cada caso es específico y debe estudiarse con detenimiento. 

Pese a esto, en tiempos de sequía se pueden aplicar unas reducciones de los caudales ambientales, llamados caudales de sequía, que son menores de lo que debería ser para mantener la vida del río. “El principal problema es que actualmente solo el 36% de los ríos tienen sus cabales ecológicos implantados (en las cuencas internas) y muchos ríos están, incluso, por debajo de los caudales de sequía. Hay que tener presente que esto puede comprometer el funcionamiento de toda la cuenca hidrográfica, cuyas consecuencias pueden ser irreparables”, explica Broekman. ¿De qué consecuencias estamos hablando? Pues “un río que no mantiene suficiente caudal puede perder determinadas especies de fauna y flora –especialmente las amenazadas, como la anguila–, favorece a las invasoras, concentra más contaminantes – que nos pueden llegar al grifo o la huerta– y afecta todas las conexiones que tiene ese río, como las marismas y los acuíferos”. Un ejemplo de esto lo tenemos en el Ter. En 2010, se intentó negociar con algunas empresas hidroeléctricas la reversión de concesiones para mejorar el régimen de caudales y hacerlo más realista y no ha sido posible. Otros, como el Segre, están por encima del caudal natural –ponen más agua de la que correspondería– para utilizarlo de canal por regadío. 

"Un río que no mantiene suficiente caudal puede perder determinadas especies de fauna y flora, favorece a las invasoras, concentra más contaminantes y afecta todas las conexiones que tiene ese río, como las marismas y los acuíferos"

ANNELIES BROEKMAN, investigadora del CREAF.

¿Podemos decidir?

Ante esta situación, ¿qué puede hacer la ciudadanía? ¿Puede decidir dónde va el agua? “Hasta ahora, aunque se recalcara que todo el mundo tiene derecho a decidir qué hacemos con el agua y cómo se reparte su uso, la realidad es que en la elaboración de los planes hidrológicos de cada demarcación participan los actores clásicos: regantes, hidroeléctricas, usuarios industriales y abastecimientos. Ahora bien, parece que todo esto empieza a cambiar y la Directiva Marco del Agua pide que haya más variedad de públicos implicado en la toma de decisiones y se incluya a la ciudadanía”, nos explica Regina Lafuente. ¿Por qué la sociedad civil debemos estar en estas mesas? "Porque cuanto más plurales sean las mesas para elegir cómo repartimos el agua, más justas serán las soluciones", defiende la socióloga. De ahí aparece el concepto "gobernanza" del agua. 

Si os estáis preguntando si son útiles estas mesas de deliberación, habéis ido al punto caliente de la cuestión. En Europa todavía existen pocos ejemplos a seguir, pero los Países Bajos y Francia serían uno y los resultados son prometedores; también el contracto del río Matarraña ha funcionado muy bien. Además, según LaFuente “en las pruebas que hemos hecho en Andalucía, una vez que se empiezan a realizar debates sobre el uso del agua, las personas se implican cada vez más y toman conciencia del gran problema que tenemos. Ahora nos queda conseguir el último paso y es que estos debates se transformen en participación vinculante; que se cumpla lo que entre todas decidimos”. 

"Cuanto más plurales sean las mesas para elegir cómo repartimos el agua, más justas serán las soluciones. Por eso hace falta incluir a la ciudadanía"

REGINA LAFUENTE, investigadora del IESA-CSIC.

El último escollo de esta participación activa es que todavía hay mucha desinformación en torno al agua y gran parte de la población cree que la mayor parte del agua del territorio se gasta por uso doméstico, en los hogares. “Esto dificulta que exista una verdadera transición hidrológica, que es lo que necesitamos urgentemente. No obstante, la sequía que sufrimos puede ser una oportunidad para revertir esta situación y que se entienda dónde va realmente el agua. Ahora mismo los efectos son tangibles para toda la ciudadanía y está cada vez más claro que las medidas más convencionales como la construcción de más embalses o grandes infraestructuras hidráulicas no están saliendo bien”, defiende Lafuente. Demos la vuelta a esta emergencia que sufrimos y transformémosla en conocimiento y experiencia para que toda la sociedad sea consciente del cambio de chip que tenemos que hacer y reclamemos el poder de decisión que nos corresponde. 

Gestión de la demandan de agua en Catalunya y el área metropolitana de la capital. Document ETI 2019 - Agència Catalana de l'Aigua.

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