Maurizio Mencuccini, el científico nómada
El gusto por la itinerancia constante se lo despertó a Maurizio Mencucini un profesor de la Universidad de Florencia, que empujaba constantmente a sus estudiantes a salir de Italia. Hoy reconoce que para hacerlo "hay que tener un cierto atrevimiento, si bien con el tiempo uno se da cuenta de las oportunidades que se abren”. Y añade, “es algo que les digo a mis hijos cada día". Lo que hizo de este reputado científico italiano establecido en el CREAF un nómada también fue su empuje, curiosidad y gran predisposición para conocer.
Después de trabajar investigando en Escocia, Estados Unidos y Australia, llega al CREAF para un año sabático gracias a una ayuda del gobierno de la Generalitat para científicos extranjeros en activo. La experiencia "me dio la posibilidad de ver cómo funcionaba el CREAF y la ciencia en España, que desconocía por completo. Y me confirmó la impresión que ya tenía sobre la buena calidad de la ciencia catalana".
"Un año sabático en el CREAF mientras trabajaba en la Universidad de Edimburgo me confirmó la impresión que ya tenía sobre la buena calidad de la ciencia catalana"
Su amplia visión e intensa implicación con proyectos y equipos diversos le han permitido tejer relaciones profesionales cada vez más sólidas y vínculos más estrechos, que a menudo le facilitaron la siguiente oportunidad de crecimiento. "Nunca más hemos vuelto a vivir en Florencia", rememora, "sólo vamos de visita", haciendo referencia a la familia que ha creado con su pareja italiana, a la que agradece que lo haya acompañado en estos peregrinajes. Su recorrido comenzó justo después de licenciarse en Ciencias forestales en Italia, un verano que decide no hacer vacaciones e irse a la Universidad de Edimburgo para colaborar con un grupo de investigadores que acababa de conocer en Florencia. Las siguientes estaciones son Estados Unidos, Australia y Cataluña, donde el año 2013 se establece en el CREAF como investigador ICREA en ecología forestal y ecosistémica.
Generosidad y servicio público
Edimburgo resultó la puerta de entrada para colaborar con el equipo de Paul Jarvis, John Grace y Douglas Malcolm. "Eran pioneros en ese momento y marcaron el camino a nuestra generación y a la siguiente", reconoce. La experiencia de Edimburgo invierte completamente su percepción de la ciencia y asienta la base de un convencimiento rotundo sobre qué es la colaboración entre científicos. Al fin y al cabo –sin realmente decirlo con estas palabras–, habla de humildad, de generosidad y de servicio público.
"Aprendí la importancia de conciliar la competencia y el trabajo en equipo trabajando con Paul Jarvis, John Grace y Douglas Malcolm. Fue una gran lección humana sobre cómo se relacionan los científicos entre sí". Foto: ICREA.
MAURIZIO MENCUCCINI, investigador ICREA en el CREAF.
"Evidentemente, eran 3 grandes cerebros en competición, con ideas muy diferentes sobre cómo llevar la ciencia, pero con una capacidad de pensar juntos excepcional y con un punto de colaboración magnífico", explica con un evidente reconocimiento. "Aprendí lo importante que es conciliar la competencia y el trabajo en equipo. Fue una gran lección humana sobre cómo se relacionan los científicos entre ellos. Y quiero remarcar que esta era una característica de ese entorno, que sigue siendo propia de la Universidad de Edimburgo".
Una isla feliz
Hoy las aulas y los despachos de la ciudad escocesa que sacudieron Mencuccini siguen rezumando una manera de hacer, a pesar de haber evolucionado. "Hoy allí los grupos de investigación se gestionan de manera diferente y hay muchas más mujeres, por ejemplo. Pero se mantiene el diálogo en grupo, la colaboración, se entiende la ciencia como un trabajo entre grupos multidisciplinares. Edimburgo fue siempre una isla feliz y eso no es habitual". Y si se pregunta a Maurizio Mencuccini como se consigue este entorno y este talante, apunta que probablemente es una característica personal, que hay que ser inteligente, si bien debe dominar el interés por algo que vaya más allá de lo personal.
Los efectos de los cambios de la concentración de CO2 sobre los bosques eran el foco de la investigación en ese momento al grupo de investigación de la Universidad de Edimburgo con el que trabajaba, así como el análisis a escalas continentales de los impactos del clima sobre la fisiología de la planta. Un objetivo prácticamente igual al que hoy tiene Forgenius, el proyecto europeo que Maurizio Mencuccini comparte con el también investigador del CREAF Jordi Martínez-Vilalta. "Es increíble como algunos temas siguen siendo tan relevantes...". Actualmente sigue colaborando con la investigación realizada desde Escocia, impulsando la ciencia y las personas que se implican y, además, es co-editor junto con John Grace de la publicación Plant Ecology & Diversity.
La colaboración con Jordi Martínez-Vilalta fue el embrión de la llegada de Maurizio Mencuccini el CREAF. "Nos entendimos muy bien pero desafortunadamente se quedó poco, porque disponía de una oferta estable por parte del CREAF... es lo que ocurre con los buenos, no se quedan mucho tiempo", recuerda. En aquella época, también colaboró con otros científicos del CREAF como Josep Piñol y Rafael Poyatos, que cursaba el doctorado con Pilar Llorens.
Género y ciencia
La baja presencia de mujeres en la carrera científica es una carencia que detecta y, de nuevo, es natural la comparación. "Sin duda, cuando regresé a Edimburgo años después había un equilibrio de género más claro que en muchas instituciones mediterráneas. Y ahora incluso más". Y reconoce que "en el ámbito científico he trabajado un poco con algunas colegas mujeres, pero no tanto como me hubiera gustado".
"No publicar no es ético, pero me parece erróneo regirse por los indicadores. Al fin y al cabo, las publicaciones son instrumentos para la comunicación entre científicos. Por lo tanto, primero la ciencia y las preguntas y, después, las publicaciones"
Publicar también es un núcleo de su discurso. Afirma rotundo que la ciencia cuesta mucho dinero público y que hay que publicar, impartir conferencias y charlas para rendir cuentas. Por lo tanto, asegura que "no publicar no es ético", si bien matiza a continuación que le parece erróneo regirse por los indicadores de publicación. "Me gusta la ciencia pero, al fin y al cabo, las publicaciones son instrumentos para la comunicación entre científicos. Por lo tanto, primero va la ciencia y las preguntas y, después, las publicaciones".
La voluntad de quedarse de manera permanente como investigador ICREA en el CREAF se fue gestando a lo largo de 3 años, durante los cuales seguía yendo y viniendo de Barcelona a Edimburgo. "Al final uno se mueve para seguir haciendo ciencia de buen nivel", reflexiona, "y lo que se pierde, que es básicamente el alto nivel de la financiación británica, se compensa con aspectos como el entorno u otras colaboraciones". Cuando se le pregunta cómo se relaciona con una nueva organización, apunta que pone todos sus esfuerzos en promover nuevas prácticas que ayuden a mejorar, de acuerdo con su recorrido. "Hay que involucrarse un poco en la gestión para que la institución mejore y esto se hace escuchando, viendo si puede ser útil aportar la propia experiencia, participando en los claustros, formando parte de comisiones de evaluación y discutiendo ideas y proyectos futuros".
Entender que la carrera científica implica movilidad es un riesgo, que Mencuccini se apresura a clarificar. "No es necesario, pero es una oportunidad conocer otras maneras de hacer, abrir la mente y el interés por trabajar con gente nueva y superior".
Esta acción es parte del programa Severo Ochoa “ULandscape” financiado en 2019 por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación español para apoyar a los Centros de Investigación de Excelencia.