Opinión

Miradas filosóficas sobre el Antropoceno

Investigador/a sénior

Jaume Terradas Serra

Nacido en Barcelona, ​​1943. Es catedrático honorario de Ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​después de haber sido catedrático emérito. Organizó el primer equipo de investigación sobre ecosistemas terrestres
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Peter Sloterdijk es un conocido filósofo alemán que ha tratado, con puntos de vista originales y bastante provocativos, temas relacionados con la cuestión ambiental. En una conferencia, El Antropoceno: ¿una situación procesal al margen de la historia de la Tierra?, publicada en castellano dentro de una recopilación de sus trabajos bajo el título Qué sucedió en el siglo XX editado por Siruela, (véase Gardels, 1999 ), parte de Richard Buckminster Fuller y de su Manual de Instrucciones por la Nave Espacial Tierra, de 1969. Cree que existe en los planteamientos de este tipo un mensaje de urgencia político-moral muy fuerte: los humanos, al ocupar mayor parte del planeta, se han convertido en responsables de su administración. Para Sloterdijk no es toda la humanidad, sino la élite tecnocrática de la civilización europea, y aquellos que han adoptado sus técnicas, los que han tomado el mando de la nave Tierra desde la revolución que supuso el uso del carbón, del petróleo y, después, de la electricidad. Por tanto, cree que, más que de Antropoceno, habría que hablar de Euroceno o Tecnoceno y no cargar las culpas en los hombros de todos los humanos. Tecnoceno quizás sería una buena opción, dice, y lo define como la era en que la cultura, sobre todo tecnológica, ha acelerado brutalmente su evolución hasta permitir que nuestra especie explote y contamine casi todo el planeta. Las emisiones humanas han empezado a influir en la "historia de la Tierra". El Tecnoceno es una continuación de la historia natural en la que ésta es alienada por la técnica. A partir de los siglos XVII-XVIII, la evolución tecnológica dio un impulso auto-acelerado a una economía impulsada por la innovación y la ingeniería de producción de máquinas, a la que en el siglo XIX se llamó capitalismo. Éste es un monstruo que se auto-reproduce y nos recuerda el filósofo que Schumpeter, ya en 1912, dijo que el desarrollo siempre produce más desarrollo.

Explotación y destrucción de la naturaleza (Fuente: Alexander Schimmeck para Unsplash, 2020)

En este estadio, vemos la naturaleza como un campo integral de recursos y como vertedero universal, pero esto debe acabarse. En el Manual de Buckminster Fuller se supone que ya tenemos sistemas sociales lo suficientemente avanzados como para que el pilotaje de la nave Tierra (de la que no hay instrucciones de uso, que nunca se habían necesitado en el pasado, cuando los humanos no tenían poder sobre el entorno) pase de los políticos y financieros a los diseñadores, ingenieros y artistas, que tienen una visión más holística del sistema, porque la ignorancia se ha vuelto incompatible con la presencia a bordo de pasajeros humanos y la nave tiende a averiarse. Es necesario un aprendizaje: el desastre es posible, pero si se acepta esto se puede actuar racionalmente, dice el Manual. Sloterdijk, sin embargo, recuerda la metáfora de la era industrial de Julio Verne, cuando Phileas Fogg hace quemar casi toda la madera del barco para llegar a tiempo y ganar su apuesta de dar la vuelta al mundo en 80 días, y también cita a Novalis, cuando éste habla del molino que se muele él mismo (añado que, de hecho, la de Verne es misma metáfora que emplearon los hermanos Marx en Go west!, en español, Los hermanos Marx en el Oeste, en que, para llegar en el plazo previsto al lugar donde debía clavarse el clavo de oro de un cierto trazado ferroviario, van quemando toda la madera de los vagones del tren al grito, en la versión española, de “Más madera!”) . Así nos avisa Sloterdijk que lo que llamamos la "naturaleza interior" del ser humano imprime a toda su vida la forma de la fuga hacia adelante. A la manera de hacer de Phileas Fogg y de la civilización industrial la llama Sloterdijk expresionismo cinético, el cual (…) se convierte en político cuando el sujeto que se quiere realizar reclama los bienes de toda la Tierra para su inquietud y consumo.

En las estaciones espaciales, el primer punto del pilotaje es el control de las condiciones de la atmósfera en la nave. No es la creatividad quien aspira al poder, como pedía Buckminster Fuller, sino, dice el filósofo, los meteorólogos (y hay que entender climatólogos, ecólogos y otros científicos), porque han descubierto que la atmósfera conserva la memoria del humo de las primeras chimeneas industriales y no ignora todo lo que le llega ahora, y así ellos se han convertido en reformadores y llaman a un cambio en el estilo de vida: descarbonización y renunciar a las ventajas de la energía fósil. El objetivo no debe ser el de dominio de la Tierra, sino el mantenimiento del proceso civilizador, creando instituciones operativas donde interactúen las diferentes culturas para tratar de establecer en la nave un régimen global de estabilización, o mejor dicho un estado soportable de desequilibrio entre un estadio cultural y el siguiente. La ética del futuro que predicamos los científicos ambientalistas cambia según Sloterdijk la vía del expresionismo cinético:

(…) es hostil a la expresión y emisión, pide disminución donde se planificaba incremento, minimización donde hasta ahora valía maximización, retención donde se permitía la explosión, ahorro en el que el atractivo supremo hasta ahora era el dispendio, y autolimitación donde hasta ahora se festejaba la auto-liberación.

Peter Sloterdijk

De este planteamiento dice Sloterdijk que es una especie de calvinismo ecológico, fundamentado en que tenemos una sola Tierra: no se le puede pedir más de lo que puede dar, so pena de autodestrucción. Se quería generalizar el bienestar, pero se descubre que sólo es posible aspirar a la frugalidad para todos. Durante el siglo XXI, deberemos elegir entre la ética de los juegos artificiales y la de la ascética, (…) entre el dispendio maníaco y el ahorro depresivo. (…) parece que sólo el puritanismo ecológico podría ser la moral razonable a bordo de la nave Tierra. Pero ojo, porque Sloterdijk cree que las exigencias de una ética global de la moderación, o incluso las expectativas de un socialismo climático, son ilusorias. En contra, tienen la fuerza impulsora de la civilización expresionista, y además (…) contradicen la comprensión de las fuerzas motrices de las grandes culturas, que no pueden pensarse sin el impulso de auto-mantenimiento y autosuperación. Nos recuerda que Platón, que creía en la República de los sabios como Buckminster Fuller, ya abandonó la idea de la polis frugal. Los humanos de las naciones ricas no piensan perder el bienestar y sus premisas técnicas. A medida que más gente entre en este club, más evidentes serán los problemas y límites del planeta… No está excluido que el desarrollo de geosfera y biosfera con una tecnosfera y una noosfera inteligentes no equivalga a una multiplicación de la Tierra. La técnica sólo está en sus inicios, y por eso tiene efectos negativos. Se podría pasar de un estadio de explotación de la Tierra a uno de coproducción. ¿Cómo? La situación antropocénica pide no sólo definir los órganos constitucionales y los sujetos de derecho en el marco de una relación política, a fundar de nuevo (ciudadanía universal o cosmopolitismo), sino también realizar en varios formatos el enrolamiento del colectivo cosmopolita, más acá y más allá de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (…). Dijo el poeta Friedrich Grabbe en 1836: ¡Nada sino la desesperanza nos puede salvar!

No es una receta nada concreta y, sin embargo, creo que el ecologismo debería tomar nota del pensamiento de Sloterdijk. El catastrofismo quizá sea inevitable, y necesario, pero lo es para reconocer que el desastre es una posibilidad muy real y, a partir de ahí, para aumentar el conocimiento de cómo funciona la Tierra y darnos cuenta de que la mejor manera de hacer política ambiental sería inspirarnos en el funcionamiento de la naturaleza. En Occidente, la defensa de los derechos humanos ha sido más un lema de uso interno en la institucionalización de códigos legales que una guía de conducta de gobierno en la actuación “fuera de casa” (donde se ha prescindido muy fácilmente de los derechos humanos), lo que justifica la exigencia de ir más allá. En cuanto a la educación, es evidente que no podemos transferirle la responsabilidad de cambiar las mentalidades que hoy nos empujan al desastre. Sus posibilidades son mucho más limitadas. En Normas para el parque humano (1999), Sloterdijk se planteaba por qué no sirvió la educación humanista de las élites de las grandes potencias europeas para evitar las masacres que han hecho odioso en el siglo XX y ahora hacen odioso en el XXI. Según él, que hacía una crítica de las ideas de Heidegger al respecto, (...) el "amansamiento" humano por la lectura de textos canónicos, propuesta por el humanismo, ha fracasado ante el embrutecimiento de las masas, los nuevos medios de comunicación, los fármacos y la biotecnología.

Las nuevas generaciones (Fuente: Andy Kelly para Unsplash, 2017)

Sloterdijk cree que estamos en un período post-humanista (visto lo que ha pasado en el último siglo y medio), y que el actual capitalismo se dirige hacia una creciente capacidad de manipular los “rebaños” humanos. Dice que deberíamos enfrentarnos con la nueva situación con menos ingenuidad que el humanismo clásico. Para él, la era del humanismo moderno como un modelo escolar y educativo ya ha pasado, porque (...) se ha hecho insostenible la ilusión de que estructuras políticas y económicas masivas puedan ser organizadas siguiendo el modelo amigable de la sociedad literaria. (...) Lo que tenemos ahora, con la comunicación de masas es una prolongación del fascismo por otros medios. Con una notable diferencia: la cría de los humanos no está en manos de un agente que la planifica (como creía Platón, y mucho después Nietzsche, que por eso proponía la cría alternativa del Superhombre), y es que ahora no hay planificador.

No hay planificador, pero sí fuerzas poderosas empujando en función de intereses que no son los de la mayoría. Cuando Sloterdijk escribía esto, la evidencia de que el fascismo persiste y aumenta su penetración social, no sólo en la ultraderecha sino en el control de los medios de comunicación, no sólo en regímenes autocráticos sino también en los pretendidamente democráticos, no era tan grande como ahora. Si China o Rusia tienen un sistema de control de la comunicación de masas obvio, los países occidentales no se quedan atrás en la manipulación de la información ni en el desprecio de los derechos humanos cuando les conviene.

Una mentira repetida mil veces se convierte en política (Fuente: Brian Wertheim para Unsplash, 2017)

Recomiendo vivamente la intervención de Noam Chomsky en el seminario Ucrania, solución negociada, seguridad compartida, en el MIT, 30 de marzo de 2022,

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), donde el pensador hace un discurso muy duro sobre el comportamiento ético detestable no sólo de Putin sino también de Estados Unidos y otras democracias, que practican crímenes genocidas casi del todo ignorados por los medios: ahora mismo, contra el pueblo afgano impidiendo el acceso a sus cuentas bancarias (lo que provoca hambre y desnutrición de millones de personas) o en Yemen, colaborando con Arabia Saudí en el bloqueo del único puerto de importación de alimentos y combustible, en ambos casos con riesgo de producir terribles catástrofes humanitarias, y también apoyando que Israel mantenga en "la mayor prisión del mundo", Gaza, a dos millones de personas y, por supuesto, rompiendo todas las promesas hechas a Rusia de no expandir la OTAN a los países de la antigua órbita soviética e, incluso, ignorando la propuesta hecha por Zelenski de neutralidad de su país, aunque esto sea un desastre para los ucranianos, para la independencia de Europa occidental, que necesita cada vez más el petróleo americano, y para la lucha contra el cambio climático, que se paraliza por las urgencias de la guerra y sus consecuencias económicas y de abastecimiento de recursos, con gran alegría de las empresas petroleras.

Dice Sloterdijk que el humanismo, todavía prisionero de la dicotomía Humanos-Naturaleza, pretende salvar a los humanos de su salvajismo, hacerlos cada vez más "humanos" y menos "naturales", y la receta que da es leer a los clásicos. Pero ¿es una buena receta? Para empezar, la ética no se puede fundamentar en el conocimiento de los clásicos, la ética tiene más relación con la forma en que se distribuye el poder en la sociedad, con la reducción de las desigualdades, la protección de los débiles, el respeto del bien común, y no con los vínculos amistosos que puede crear el hecho de compartir semejantes referentes culturales. Lo que hay que domesticar, en cualquier caso, es la cultura europeo-tecnológica. Sloterdijk provocó en 1999 un gran escándalo entre los filósofos alemanes, con Jürgen Habermas a la cabeza, porque atacó la Carta sobre el Humanismo de Heidegger. Le acusaron de emplear una “retórica fascista”, cuando lo que Sloterdijk hacía era señalar la inutilidad demostrada por el humanismo tradicional frente al fascismo y su continuación en el capitalismo oligopolista.

La actual sociedad es lo que, en mi Biografía del Mundo (2006), llamo una “sociedad mixta” o sea una sociedad que está formada por humanos, pero también por animales y plantas domesticados u otras que aprovechan los hábitats transformados antrópicamente, y por máquinas que son prótesis de los cuerpos orgánicos o que tienen otras funciones productivas y conectivas cada vez más sofisticadas. En esta sociedad, los medios de comunicación de masas contribuyen a suministrar entretenimiento y arrinconan en una subcultura de menor importancia la lectura, así que la receta humanista, que ya había fracasado, además, se convierte ahora en un anacronismo. “La educación” de la cultura (que hoy es, como se repite a menudo, un caballo desbocado en el que cabalgamos) debe pasar, creo, por subvertir el dominio de las élites que hoy poseen la tecnología y los medios de comunicación con un proceso de reforma institucional. Pero esto es más fácil de decir que de hacer.

Manifestación en contra de los combustibles fósiles (Funete: Ehimetalor Akhere Unuabona para Unsplash, 2022)

El mayor problema ambiental es seguramente el calentamiento global (y sus repercusiones). Las cumbres sobre el tema se suceden con resultados escasos. Está claro que deberíamos concentrarnos en hacer cambios profundos sobre qué tipo de energía utilizamos. La estrategia de futuro podría pasar por la descarbonización, pero quedan muchas reservas de combustibles fósiles. China e India tienen una cuarta parte de las reservas mundiales de carbón y países como Polonia, Hungría y Chequia dijeron en una reunión en Madrid que no pueden prescindir de las suyas. Con la guerra de Ucrania y el aumento de precio de los combustibles y de recursos necesarios para las tecnologías energéticas alternativas, se movilizan las reservas de carbón y petróleo que se pretendía abandonar.

Hay muchas reservas de arenas y arcillas bituminosas que han permitido a Estados Unidos convertirse en país exportador, y es en el uso de nuevas reservas de combustibles fósiles en lo que se hacen los mayores esfuerzos de investigación y no en las energías limpias, y es el combustible del petróleo y del “fracking” americano lo que se ofrece para sustituir al gas ruso. La alternativa propuesta por los expertos en el clima y los efectos del calentamiento es descarbonizar. Por eso, hay que ampliar mucho el espectro de las energías usadas y, al mismo tiempo, evitar que el CO2 emitido por procesos industriales escape a la atmósfera. Se trata de retener el CO2 y enviarlo canalizado a capas profundas y seguras de la corteza terrestre o encontrar otra forma de fijarlo y, por otra parte, también hay que producir, con centrales hidráulicas, fotovoltaicas, eólicas, geotérmicas , de las olas y mareas, etc., mucha más electricidad con la que sustituir progresivamente los usos actuales de los combustibles fósiles. Se necesitará cambiar mucho la arquitectura para hacer edificios que ahorren energía y agua potable y que minimicen los residuos durante la construcción y al final de su ciclo de vida, con nuevos diseños y con procesos de preproducción industrial de las construcciones. Habrá que repensar el urbanismo para reducir el transporte, crear ciudades compactas polinucleares autosuficientes, con mayor desarrollo vertical por encima y por debajo del nivel del suelo y más ahorro de suelo, con el incremento del transporte ferroviario, el auto eléctrico, la producción de un sustituto del queroseno (hidrógeno verde o combustible procedente de cultivos de algas modificadas genéticamente, que ya han dado, en condiciones experimentales, producciones del orden de veinte veces más por unidad de superficie que las plantas de producción de etanol o biodiesel). Quizás se podrá avanzar hacia aviones eléctricos pasando antes por los modelos mixtos (pero, de momento, estamos en fase experimental -ya existe algún avión pequeño eléctrico en vuelo regular- y no de producción en masa).

La descarbonización plantea un cambio de estrategia global de vastas dimensiones. La mayor dificultad (de las muchas que todavía tiene la tecnología) es que muchos procesos industriales, muchas empresas y muchos puestos de trabajo deben ser sustituidos por otros procesos y modos de hacer. Para hacer posible esta transición, las grandes empresas que hoy controlan la producción y distribución de energía deberían entrar a fondo en las nuevas posibilidades de negocio, en lugar de oponerse al cambio.

Si el futuro debe ser descarbonizado, las empresas que no se adapten deben ir al desván de las tecnologías obsoletas. Los chinos han sido los primeros en entender las ventajas justamente de ser los primeros. Pero hoy todavía es difícil que los políticos tomen decisiones y compromisos fuertes hacia un mundo descarbonizado, y cada cumbre resulta decepcionante. El problema existe y las sociedades más avanzadas, extremadamente vulnerables a los aumentos de los costes del combustible, exigirán nuevas tecnologías para resolver sus necesidades. Los negacionistas del cambio climático, como dos de los últimos presidentes americanos, Bush y Trump, y las compañías petroleras, dicen temer que el alarmismo creado sobre esta cuestión lleve a conclusiones precipitadas y decisiones muy costosas, que podrían evitarse, y que los recursos invertidos en luchar contra un fantasma no estén disponibles para temas que consideran más prioritarios como puedan ser los de salud y alimentación (dicen, pero gastan más dinero público en armamento y financiación de operaciones ambientalmente perversas: ésta es la excusa: no son ellos quienes más se preocupan por la alimentación y la salud del mundo). Sin embargo, sin hacer juicios de intenciones, es objetivamente cierto que los recursos son limitados y que lo que se gaste en una partida no estará disponible para otras. Está claro que los recursos podrían sacarse no de la salud y la alimentación o la educación y la investigación, sino de la fabricación de armamentos y guerras para controlar los yacimientos y conducciones de petróleo y otros materiales estratégicos. Más bien, las guerras ayudan a mantener el modelo basado en los combustibles fósiles, porque las prioridades se derivan a ganarlas y no a invertir en la transición ecológica. Lo estamos viendo ahora mismo. La guerra es un regalo de Putin a los intereses de las petroleras y, por supuesto, de las fábricas de armamento. En contra de lo que se dice a veces, que Europa ve ahora más la necesidad de prescindir del gas ruso y, por tanto, de acelerar la producción de energía sostenible, lo que ocurre es que Europa busca la energía en Estados Unidos, Argelia, Nigeria y países árabes y dedica más dinero al rearme, aplazando la transición energética. Si el mundo, o al menos las sociedades más ricas, se decide a declarar la guerra al cambio climático, se puede generar una oleada de actividad: la economía entera de un país puede reconvertirse en meses cuando se produce una situación de necesidad. La Segunda Guerra Mundial da ejemplos espectaculares de esto. No fue necesario mucho tiempo para que, en lugar de otros objetos, se fabricaran ametralladoras, tanques, cañones, aviones, destructores, submarinos o acorazados, para crear equipos e instituciones encargados de controlar el desarrollo de las operaciones, el espionaje del enemigo, el apoyo a la resistencia, la defensa civil... Toda la actividad social se transformó en poquísimo tiempo. Al presidente Roosevelt, que, pese al New Deal, tenía empantanado al país en la recesión, le vino bien el ataque japonés a Pearl Harbour, que fue la excusa necesaria para embarcar a Estados Unidos en un inmenso esfuerzo bélico. ¿Por qué no debería pasar algo parecido, si se entendiera que el calentamiento climático es una amenaza seria? Se podría relanzar la economía en una nueva dirección, y cambiarlo todo, si una fuerza suficientemente importante empujara a los gobernantes a actuar y les diera suficientes argumentos de cara a sus electores. El caso es que las recetas nuevas cuestan de introducir. Y, a medida que la crisis económica se profundiza en Occidente, que aumenta el paro y las clases medias tienden a perder ingresos y acercarse al umbral de la pobreza, que la juventud no encuentra salidas, el riesgo del retorno a las recetas habituales, la guerra y el autoritarismo, crece.

La crisis de 2008 que todavía coleaba al inicio de la generada por la COVID ha sido una crisis financiera, producida por la propagación, en el sistema financiero mundial, de las “subprimes”. Ésta fue, al parecer, la causa directa de quiebras sonadas de prestigiosas entidades crediticias y la consecuente retracción de los créditos, reducción de la actividad empresarial, aumento del paro, etc. Sin embargo, hace muchos años el economista Antoni Serra Ramoneda me dijo, más o menos que hay dos causas que precedieron a la crisis financiera y que persistirán cuando acabe. La primera, que es de fondo y de largo trayecto, es la ambiental. El aumento continuado de la presión que ejercemos sobre los recursos y los ecosistemas produce una degradación de los sistemas de soporte de vida. En este marco, se abrió una segunda crisis: la demanda de petróleo de los países emergentes más poblados, como China o India, se disparó y arrastró con ellos una subida del precio del barril de crudo en 2008, hasta los 150 dólares, el más alto jamás visto hasta entonces. Esto tuvo un fuerte impacto sobre las economías y, cuando éstas se debilitaron, aparecieron problemas que permanecían escondidos, como el de las burbujas inmobiliarias y los créditos que no se podían devolver, e infectaban carpetas de valores aparentemente sólidas. Así que hemos tenido tres causas de aquella crisis, de las que la financiera no era la de fondo. A este escenario, se le ha añadido más tarde la crisis de la COVID, sin que se hayan arreglado los problemas de fondo. Y ahora están la guerra de Ucrania y la nueva guerra fría entre EEUU y Rusia que deja a Europa como escenario más que como actor de la historia, necesitada de comprar energía y recursos que se encarecen y que llegan en menor cantidad. Todo esto hace aparecer la sombra de una posible confrontación entre Occidente y gran parte del resto del mundo.

De modo que los brotes verdes pueden engañarnos (puede que haya cierta reactivación de las economías algún día que no parece inminente), la cuestión de los recursos en general y de los combustibles en particular sigue presente. Al empezar la recesión, los países productores prefirieron bajar los precios que originar un colapso de la economía mundial. Incluso en plena COVID el consumo de combustibles fósiles, frenado unas semanas por el confinamiento, se disparó de nuevo con fuerza. Aunque el conflicto actual acabe, si hubiese reactivación firme, los precios volverían a subir. Quizás sólo hemos visto el preludio de nuevas recesiones debidas al encarecimiento de los combustibles y recursos esenciales para la tecnología. Y esto, tarde o temprano, debería llevar a la descarbonización.

No niegues más que la Tierra destruirás (Fuente: Ma Ti para Unsplash, 2020)

Lamentablemente, existen estrategias para esconder los problemas ambientales. Zizek (http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/01/02/opinion-lecciones-sobre-el-apocalipsis-del-aire/) enumera las siguientes: 1) negación del problema, diciendo que se trata de un fenómeno marginal; 2) existen soluciones tecnológicas, o se encontrarán; 3) sólo se necesitan correcciones de mercado (impuestos sobre la contaminación, etc.); 4) responsabilidad colectiva, es necesario que cada uno recicle más, consuma menos, etc.; 5) defensa de un retorno al equilibrio natural, a la modestia y al respeto a la Naturaleza. Encuentra Zizek que la culpabilización de los comportamientos individuales, que se resuelve con reciclaje, consumo de energías renovables, etc., esconde cuestiones mucho más pertinentes sobre la civilización industrial. Echarle la culpa al egoísmo capitalista no tiene en cuenta que el capital, hoy, trata de reproducirse de forma impersonal. Zizek cree que hace falta más egoísmo en un sentido de preocupación por la supervivencia, y que no necesitamos hablar de la sacralidad de la vida ni del derecho del ambiente a su preservación. El capitalista puede estar dedicado a la reproducción del sistema como un fin en sí misma: Fiat profitus pereat mundus (dejemos que los beneficios se hagan aunque el mundo muera). Es una ética perversa, dice, pero una ética. Los costes colaterales son ignorados. Los intentos de internalizarlos con impuestos o poniendo precio en los servicios ambientales están condenados al fracaso. Y aquí también hace referencia a Sloterdijk, que propone la domesticación del "animal salvaje Cultura". Habría que civilizar las civilizaciones, imponer la solidaridad y la cooperación universal. Lo que parece lejos de poder hacerse. Mientras, el calentamiento ya ha comenzado, lo causamos nosotros, y los cambios asociados potencialmente pueden ser catastróficos. Las incertidumbres son todavía muy grandes en cuanto a los efectos que tendremos en el complejo sistema atmosférico, oceánico, terrestre y social, pero no se duda de que pueden ser de enorme magnitud.

¿Es esta guerra de Ucrania una consecuencia de la añoranza imperial de Putin? ¿Responde a una angustia real de una Rusia que se siente amenazada por la expansión de la OTAN? ¿Es una forma de poner Europa en manos de Estados Unidos? ¿O es una vía para revalorizar los recursos de combustibles fósiles y materiales estratégicos y retrasar el desarrollo de las energías alternativas? De todo un poco, no hay respuestas sencillas, pero las consecuencias van en la dirección de acelerar la decadencia de Europa y el retraso en la descarbonización.

Al mismo tiempo, la muy diferente respuesta de empatía hacia los ucranianos, comparada con la que Europa ha mostrado no tener hacia los sirios, palestinos, afganos, emenios, etíopes, iraquíes, kurdos y tantos otros pueblos martirizados en Oriente y África es un vestigio de nuestro pasado imperialista que puede pesar de forma ominosa en nuestro futuro. Es urgente que los científicos entendamos mejor lo que ocurre en la biosfera y, al mismo tiempo, es necesario que escuchemos a los pensadores que nos dicen qué motivaciones y qué poderes empujan los cambios sociales. Debemos evitar el desastre.

Referencias

Buckminster Fuller, R. 1969. Operating manual for spaceship Earth. Simon & Schuster, 152 pp. ISBN 10: 0671207830 ISBN 13: 9780671207830.

Gardels, N. 1999. Entrevista con Peter Sloterdijk (https://architexturez.net/pst/az-cf-171999-1441472513).

Sloterdijk, P. 1999. Normas para el parque humano. Siruela, Biblioteca de Ensayo. ISBN 84-7844-535-8.96 pp.

Zizek, S. 2017. Lecciones sobre el apocalipsis del aire. http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/01/02/opinion-lecciones-sobre-el-apocalipsis-del-aire/). Publicado originalmente en In these times.

 

 

 

 

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